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Reflexiones escriturales para la salud mental

Las referencias de la Biblia para el bienestar mental
Las referencias de la Biblia para el bienestar mental

¿Cuántos de estos síntomas ha experimentado alguna vez personalmente?

Depresión… ansiedad… falta de concentración… cambios de temperamento… dificultad para relacionarse con otros… baja energía… sentimientos hostiles hacia otros… mucha preocupación… incapacidad para enfrentar el estrés… consumo de drogas o alcohol…

En algún punto de nuestra vida, todos hemos luchado con varios de estos síntomas. Muchos los hemos experimentado todos. Obviamente, estamos familiarizados con los síntomas de algún desorden mental. No obstante, tenemos miedo de hablar de los síntomas que sufrimos. Esto ocurre especialmente en la iglesia cristiana, donde tenemos la tendencia de ignorar los problemas de salud mental usando invitaciones a “orar” por el problema y a “entregarle a Dios nuestras preocupaciones”.

Aunque estos consejos son una invitación útil a que Dios intervenga en nuestras circunstancias, no toman los problemas de salud mental con la misma seriedad que se toma los síntomas de otras enfermedades físicas.

William Ames, teólogo inglés del siglo XVII, dijo que “la fe es una virtud por la cual, refugiándose en la fidelidad de Dios, confiamos en él para obtener lo que nos da”. Por la fe descansamos en toda la ayuda que Dios nos ofrece, incluyendo la ayuda de los médicos, grupos de apoyo y consejeros.

Si usted busca ayuda y quiere hablar con alguien, la revista Psychology Today ofrece referencias. Si tiene tendencias suicidas, llame a un teléfono de emergencia para suicidios. En los Estados Unidos tenemos: National Suicide Prevention Lifeline (= línea de vida nacional para la prevención del suicidio) 1-800-273-TALK (1-800-273-8255) o hable por la web usando suicidepreventionlifeline.org/chat.

La Biblia jamás nos dice que escondamos nuestros problemas mentales de Dios o de nuestra comunidad. De hecho, los textos bíblicos que citamos más abajo nos animan a reconocer lo que enferma y a compartir nuestras cargas con Dios y su comunidad.

Los problemas de salud mental no son un asunto de pecado

El que no podamos lidiar individualmente con los síntomas de salud mental no significa que haya pecado en nuestra vida. Podría ser una indicación de una enfermedad que debería tratarse con asistencia médica como cualquier otra enfermedad.

Cuando Jesús se encontró con un ciego, le preguntaron si el hombre era ciego a causa de su pecado o del de sus padres. Jesús respondió claramente:

Ni él pecó, ni sus padres —respondió Jesús—, sino que esto sucedió para que la obra de Dios se hiciera evidente en su vida” (Jn. 9:3 NVI).

Una enfermedad no tiene por qué estar conectada con algún pecado. El sentirse deprimido no es un pecado.

No pretendo saber si Dios planea que estemos enfermos, pero encuentro aliento en la esperanza de que podríamos curarnos de la enfermedad.

De hecho, considero que en nada se comparan los sufrimientos actuales con la gloria que habrá de revelarse en nosotros” (Rom. 8:18 NVI).

 

Debemos compartir nuestras luchas

La Escritura no nos invita a que luchemos nuestras batallas sin Dios, sino a que compartamos nuestras luchas con Dios y la comunidad de fe.

¿Acaso no lo sabes?
    ¿Acaso no te has enterado?
El Señor es el Dios eterno,
    creador de los confines de la tierra.
No se cansa ni se fatiga,
    y su inteligencia es insondable.
Él fortalece al cansado
    y acrecienta las fuerzas del débil.
Aun los jóvenes se cansan, se fatigan,
    y los muchachos tropiezan y caen;
pero los que confían en el Señor
    renovarán sus fuerzas;
volarán como las águilas:
    correrán y no se fatigarán,
    caminarán y no se cansarán. (Isa. 40:28-31 NVI)


Dios es nuestro amparo y nuestra fortaleza,
    nuestra ayuda segura en momentos de angustia.
Por eso, no temeremos
    aunque se desmorone la tierra
    y las montañas se hundan en el fondo del mar;
aunque rujan y se encrespen sus aguas,
    y ante su furia retiemblen los montes. Selah (Sal. 46:1-3 NVI)


Ten compasión de mí, oh Dios;
    ten compasión de mí, que en ti confío.
A la sombra de tus alas me refugiaré,
    hasta que haya pasado el peligro.(Sal. 57:1 NVI)


Dios ve los sufrimientos por los que usted pasa

La Escritura indica que Dios sabe más acerca de nosotros que lo que nosotros sabemos de nosotros mismos. Aunque no tengamos las palabras para comunicar lo que sentimos y aunque sintamos un gran vacío, el Espíritu de Dios se comunica a nuestro favor.

Así mismo, en nuestra debilidad el Espíritu acude a ayudarnos. No sabemos qué pedir, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras. [Romans 8:26]

Siempre se nos promete la presencia de Dios

Así que no temas, porque yo estoy contigo;
    no te angusties, porque yo soy tu Dios.
Te fortaleceré y te ayudaré;
    te sostendré con mi diestra victoriosa. (Isa. 41:10 NVI)


Manténganse libres del amor al dinero, y conténtense con lo que tienen, porque Dios ha dicho: ‘Nunca te dejaré; jamás te abandonaré’ (Heb. 13:5 NVI)


Porque Dios, que ordenó que la luz resplandeciera en las tinieblas, hizo brillar su luz en nuestro corazón para que conociéramos la gloria de Dios que resplandece en el rostro de Cristo (2 Cor. 4:6 NVI)


Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor (Rom. 8:38-39 NVI)


No tienes por qué caminar sola

La Escritura nos desafía a estar cerca unos de otros. Los cristianos creen que Dios ejemplifica perfectamente este desafío en la persona de Jesús de Nazaret, quien era Dios en la tierra. Dios vino a estar con nosotros, para que podamos estar presentes con otros.

Estamos unidos unos a otros de muchas maneras. Así que, cuando una persona sufre, todos sufrimos con ella, como lo testifica la Escritura:

Si uno de los miembros sufre, los demás comparten su sufrimiento; y si uno de ellos recibe honor, los demás se alegran con él (1 Cor. 12:26 NVI)

Debemos compartir el amor que Cristo tiene hacia todos:

Ayúdense unos a otros a llevar sus cargas, y así cumplirán la ley de Cristo (Gal. 6:2 NVI)


El acudir a otros no nos hace débiles

 

Con demasiada frecuencia no buscamos ayuda, no porque no sepamos a quién acudir, sino porque tememos ser vulnerables. Jesús se encontró con otros en momentos vulnerables. De hecho, parece que buscó a los más vulnerables. Se asoció con lo que necesitaban sanidad o que vivían marginados en la sociedad. Jesús no los castigó o condenó. Más bien, los sanó. Mateo nos recuerda que su meta era la sanidad

 

“Vengan a mí todos ustedes que están cansados y agobiados, y yo les daré descanso. Carguen con mi yugo y aprendan de mí, pues yo soy apacible y humilde de corazón, y encontrarán descanso para su alma. Porque mi yugo es suave y mi carga es liviana” (Matt. 11:28-30 NVI).


Hay esperanza, incluso cuando no la sintamos

Todavía se está trabajando en usted. Todavía es posible que buenas cosas ocurran. La Escritura nos guía a la fe y la esperanza. La Escritura nos recuerda de que hay esperanza para quienes se sienten desconectados y sin esperanza:

Dichosos los pobres en espíritu,
    porque el reino de los cielos les pertenece.
Dichosos los que lloran,
    porque serán consolados.
Dichosos los humildes,
    porque recibirán la tierra como herencia.
Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia,
    porque serán saciados.
Dichosos los compasivos,
    porque serán tratados con compasión.
Dichosos los de corazón limpio,
    porque ellos verán a Dios.
Dichosos los que trabajan por la paz,
    porque serán llamados hijos de Dios.

(Matt. 5:3-9 NVI)


Esto implica dar fruto en toda buena obra, crecer en el conocimiento de Dios y ser fortalecidos en todo sentido con su glorioso poder. Así perseverarán con paciencia en toda situación, dando gracias con alegría al Padre. Él los ha facultado para participar de la herencia de los santos en el reino de la luz. Él nos libró del dominio de la oscuridad y nos trasladó al reino de su amado Hijo, en quien tenemos redención, el perdón de pecados. (Col. 1:10-14 NVI)


Porque en esa esperanza fuimos salvados. Pero la esperanza que se ve, ya no es esperanza. ¿Quién espera lo que ya tiene? Pero si esperamos lo que todavía no tenemos, en la espera mostramos nuestra constancia” (Rom. 8:24-25 NVI)


Si usted busca una comunidad compasiva donde pueda compartir sus cargas, lo invitamos a que visite esta página web: Encuentra una iglesia.


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