Rvdo. Stephen Handy comparte su visión sobre el hecho de estar hecho a imagen de Dios, y las implicaciones que conlleva para la humanidad. En esta cuarta parte de la serie de cuatro partes, Stephen comparte acerca de la fuente de la realización sin fin.
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El tanque de mi automóvil tiene una capacidad de 13 galones de gasolina. Sin querer, algunas veces manejo hasta que aparece la luz roja para indicarme que debo llenar el tanque otra vez. El manual sugiere que el automóvil funciona mejor con al menos la mitad del tanque. Pero no pongo atención y se me olvidan las recomendaciones de mantener el tanque a la mitad. Me distraigo y corro el riesgo de caer en un lugar de vacuidad.
Como portadores de la imagen de Dios, se nos ha dado la capacidad de amar a Dios, a nosotros mismos y al prójimo. Somos recipientes y contenedores del amor de Dios. No hay límite para nuestro amor por Dios y el prójimo porque Dios continúa derramando en nosotros la presencia del Espíritu Santo. Cada vez que se nos acaba el amor, tenemos la habilidad de llamar al Espíritu Santo para que nos llene.
Jesús nos dio dos grandes mandamientos para recordarnos de la necesidad de mantener llenos nuestros tanques espirituales. Cuando operamos con un tanque espiritual lleno de amor, podemos maximizar nuestros esfuerzos para transformar la cultura. Jesús dice que la totalidad de la ley descansa sobre lo que dijo Marcos 12:30–31: 30 Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas. 31 El segundo es: Ama a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento más importante que estos (NVI).
Otra manera de mantener mi tanque espiritual lleno es recordando las recomendaciones de las Reglas Generales de Juan Wesley. El Obispo Rueben Job nos ofreció una interpretación de estas reglas para la gente de hoy. El Obispo Job empezó primero con la regla “No hagas daño” a los demás. ¿Qué ocurre cuando nos negamos a hacer daño, incluso cuando nos han dañado? El poder de escoger no hacer daño es liberador para nuestra imagen de Dios. La segunda regla es “Haz el bien”, incluso cuando el bien no pareciera ser la respuesta u opción legítima. Por último, “Mantente amado a Dios”. Estas tres simples reglas me ayudan a recordar el proceso de transformación interna. Mientras ocurre esta transformación interna, me siento compelido a una justicia externa que me mantiene llevando la imagen de Dios adelante. Todos los días necesito chequear mi tanque espiritual para asegurarme que estoy andando al menos con medio tanque para evitar caerme en la zona de vacuidad.
Mi habilidad para navegar a través de tiempos inciertos y entre gente incierta se fortalece tremendamente por medio de practicar estas simples reglar y permitiendo que mi capacidad de amar sea evidente, especialmente cuando extiendo mi compasión a otros. Esta compasión es la misma compasión que Jesús ofreció cuando vivía con nosotros. Los Evangelios nos muestran muchas veces cómo Jesús estaba lleno de compasión.
La compasión era una característica de Jesús. Algunas veces me lleno de otras cosas, pero oro para tener más compasión en mi corazón, a fin de llegar a ser las manos, pies y corazón de Jesús en este bendito mundo. ¡Donde hay compasión, allí está Cristo!