¿Qué es lo que tiene en su lista de música ahora? ¿Le gusta la música antigua? ¿Música nueva? ¿Contiene su lista varios estilos de música?
Quizá una pregunta más pertinente sea: ¿Por qué le gusta la música que prefiere?
Esta mañana, un amigo me preguntó por mi música favorita. Le respondí que mis gustos eran “bastante eclécticos”. Me pareció algo seguro que decir. Después nombré unas pocas canciones de mi lista “tocar otra vez”. Hay algo antiguo y algo nuevo: algo de Stooges y algo de Disciple. Algo de aquí y de allá: algo de Bob Dylan y algo de Churches. Algo sagrado, y algo secular: Algo de Rend Collective y algo de Bad Religion.
Esta selección musical representa la colección de álbumes que tengo en casa. También hay alguna variación, algo. Hay algo viejo y algo nuevo, algo de punk, pop y jazz. Pero hay una similitud sorprendente: la mayoría de los artistas que producen esta música se parecen a mí.
Yo soy blanco, varón y de clase media.
De los 94 álbumes que tengo, sólo 12 son artistas de color.
¿Me convierte esto en racista? No, no creo que esto me haga racista. Nuestras preferencias musicales no nos hacen racistas.
¿Mi colección delata mi racismo? Sí, creo que muestra mi racismo.
Solía pensar que los racistas lucían de cierta manera. Pensaba que les gustan los símbolos de la Confederación. Algunos usan capuchas. Usan palabras hirientes. Hablan de su herencia de discriminación y del poder opresor.
No cabe duda que no lucen ni suenan como yo. Yo no realizo esas cosas racistas. ¿Indica esto que yo no soy racista?
Claramente que no.
Mi colección de música representa mis presuposiciones internas acerca de lo que pienso es bueno y agradable. Si miro esta colección como representativa de lo que encuentro culturalmente aceptable, revela que tengo una opinión bastante estrecha de lo que es culturalmente agradable y bueno. He creado un circuito donde, en mi mente, mi cultura es la mejor de las culturas. Mi manera de vivir es la más aceptable. Los artistas que lucen como yo y que suenan como yo son los artistas más aceptables.
Me doy cuenta que estoy colocando mucho énfasis en mi preferencia musical. Pero mi colección de álbumes no es lo único que expone mis tendencias racistas. Los vecindarios en donde he escogido vivir, las escuelas a las que he asistido, muchos de los negocios donde hago mis compras indican una preferencia por una comodidad cultural donde estoy entre los asimilados y aceptados. Soy lugares y organizaciones donde se celebra mi forma de ser.
Lo mismo ocurre con mi iglesia.
Soy un líder de la segunda denominación protestante más grande en los Estados Unidos. El año 2018, mi denominación tenía 6.5 millones de miembros profesantes en los Estados Unidos. Y ocurre que el 94% de estos miembros son blancos en un país donde alrededor del 60% se identifican como blancos. Nos hemos segregado en una institución que alimenta este círculo de exclusividad cultura. Los líderes a quienes escucho en esta iglesia, las canciones que cantamos juntos, las ideas teológicas que valoramos en esta iglesia reflejan la misma preferencia cultural de mi colección de discos: Mi forma de ser es la manera buena y agradable de ser.
Mi racismo no sugiere que la gente de otros trasfondos sea menos capaz que yo. Más bien, el racismo que necesito desraizar está presente en mi actitud excepcional, esto es, que la manera aceptable de ser es ser como yo. Mi racismo afirma “eres bienvenido a participar en lo que hago, en tanto que aceptes hacer lo que yo hago”.
Tengo el racismo en mi ser. No quiero que siga allí. Pero solo admitiendo que está allí que podré empezar a remover la enfermedad que vive en mí. No puedo avanzar a implementar soluciones a menos que primero admita que hay un problema. La confesión trae libertad. En lugar de consumir toda mi energía para probar que no soy racista, ahora me permito invertir mi energía en volverme anti-racista.
Hace poco aprendí algo tremendo acerca de los profetas del Antiguo Testamento: ninguno sugirió que la forma de acabar con la injusticia era demandar a los marginados que sean más como los que estaban al centro del poder. Por el contrario, los profetas llamaron a quienes estaban al centro del poder a moverse hacia quienes están al margen. El llamado de los profetas sirvió como una interrupción al círculo del excepcionalismo.
Al abordar nuestras actuales condiciones culturales, los profetas nos llaman a salir de nuestros lugares e instituciones de comodidad cultural para celebrar a los previamente marginados. Esto revela varias acciones que puedo seguir personalmente para trabajar en contra de mi propio racismo internalizado.
Primero, me muevo a espacios en donde la voz de autoridad no suena como yo. Esto es hoy bastante fácil puesto que las iglesias ofrecen experiencias a través del internet. Mis domingos por la mañana se han convertido en aventuras en las que asisto a varias experiencias de adoración una tras otra. Mi meta es oír a una gama de líderes lo más diversa.
Segundo, busco consumir media que no me glorifique a mí y mi forma de ser. Esto tiene que ver con películas, programas de televisión y música que presenten la perspectiva de otra cultura. En forma deliberada busco lo que ofrecen los artistas de color, lo cual incluye diversificar mi colección de álbumes. Usted podría realizar una auditoría de la media que consume, películas, música, etc.
Tercero, busco espacios donde pueda estar con gente que no es como yo. Esto es casi imposible en la era del distanciamiento social por Covid-19. Pero hay algunas formas de hacerlo, como asistir a foros y grupos que representan las voces de los marginados. Esto puede ayudar a vivir una vida más diversificada y justa. El ofrecer mi voz y recursos a fin de apoyar a estos movimientos y grupos es una forma de estar presente con ellos, porque Jesús dijo: “Porque donde esté tu tesoro, allí estará tu corazón” (Mateo 6:21). El presentarse en una forma responsable y física para escuchar y aprender es un gran paso hacia una vida más diversa y una forma de amplificar las voces de los marginados. Esto significa que busco maneras de estar físicamente presente con aquellos a quienes antes empujaba a los márgenes de mi vida.
Estas acciones no tienen que ver con buscar mi comodidad. De hecho, tienen que ver con causarme algún malestar. Es similar al malestar que causo con mi excepcionalismo a la gente que marginalizo. Pero el crecimiento jamás se ha producido en la comodidad. El moverse hacia la justicia no es cómodo, sino que causa malestar. Me sentiré fastidiado al confrontar mi ser racista.
Me he dado cuenta de que no puedo ser parte de la solución al racismo si no acepto que he participado en el problema del racismo. El confesar que soy parte del problema me libera para ser parte de la solución.
Si usted desea ver otras maneras de participar en la solución, le extiendo una invitación a confesar. Para más información, visite los recursos que aquí proveemos.
Cuando hablamos de nuestras virtudes somos competidores, cuando confesamos nuestro pecado nos convertimos en hermanos/as.
Ryan Dunn, es ministro de involucramiento por la web de Rethink Church, que opera desde Comunicaciones Metodistas Unidas, Nashville, Tennessee. Es diacono ordenado de la Iglesia Metodista Unida y ha servido por más de 15 años en ministerios juveniles y de adultos jóvenes.