“Hace muchos, muchos años me di cuenta de que solo mediante el amor podemos producir cambios”, nos dice la diaconisa metodista unida, Clara Ester. “Si amamos, realmente podremos hacer cambios”.
Ester aprendió esta importante lección del Rev. Martin Luther King Jr., que fuera líder de movimiento de derechos civiles en los Estados Unidos.
“El amor exige mucho esfuerzo y trabajo”, añade Ester, “pero esa es la manera que Dios quiere que actuemos, y esa fue la vida que siguió el Dr. King”.
Amor, justicia, no violencia
“Como pastor, MLK sabía de la importancia del amor”, dice Ester, “y deseaba enfrentar los problemas y preocupaciones fundamentales que la gente sufría en el camino de la justicia. Pero lo hacía a través del amor y la no violencia. Esa fue su vida”.
En 1968, el Rev. James Lawson era el pastor de Clara Ester. Foto de archivo de Mike DuBose, Comunicaciones Metodistas Unidas.
Ester se dio cuenta de la conexión que había entre su fe y el Dr. King porque al crecer en la Iglesia Episcopal Metodista Centenary, en Memphis (Tenn.), su pastor fue el líder de derechos civiles Rev. James Lawson.
“MLK llevó su vida y defendió las cosas por las que Jesús trabajó cuando estaba en la tierra”, nos explica. “Jesús se juntó con la gente marginada. Uno encontraría acompañando a Jesús a la gente que no serían nuestras personas favoritas para juntarnos… El Dr. King defendió y habló a favor de la misma gente marginada. Trató de cambiar las estructuras para crear un mundo mejor”.
El amor toma tiempo
Ester siempre ha visto las cosas de esta manera. “El ver cómo se trataba a la gente me produjo mucho odio en mi corazón”, nos confiesa. El amor y la no violencia parecía una estrategia lenta para producir cambio.
“Cursaba mi penúltimo año en la universidad”, recuerda, “y escuche ambos lados… pero teniendo sólo 19 o 20 años, quería que todo terminase lo antes posible”.
La tarde del 4 de abril de 1968, las cosas cambiaron. Ester recién había llegado al Motel Lorraine, cuando el Dr. King salió de su habitación para hablar con la gente que se reunía en el estacionamiento. De repente, se sintió un disparo. El asesinato de MLK cambió todo para Ester.
“Ser testigo de su muerte. Verlo en ese balcón. Habiéndolo escuchado predicar la noche anterior su sermón en el que dijo ‘quizá no llegue allí con ustedes, pero nosotros como pueblo llegaremos a la Tierra Prometida’. Reconociendo cada vez más su compromiso al proceso de la no violencia. Hubo algo al ver su cuerpo muerto que me dejo ‘tienes que abandonar el odio. Tienes que amar’”.
Dios nos manda alcanzar a otros
Al reflexionar en el llamado a amar a nuestro prójimo, Ester se recuerda la parábola del Buen Samaritano, en la que un hombre es asaltado y dejado herido al lado del camino (Lucas 10:25-37). Dos líderes religiosos se acercan. El auditorio de Jesús esperaba que fuesen ellos los que ayudarían al pobre hombre, pero ambos cruzaron al otro lado del camino para evitar contacto con el herido. La tercera persona que pasó por el lugar fue un samaritano.
Esta no es la persona que uno esperaría que ayudase. El Evangelio de Juan nos dice que “los judíos rechazan todo trato con los samaritanos” (Juan 4:9, NTV). Sin embargo, en la parábola de Jesús es el samaritano quien hace todo lo posible para ayudar a un extraño.
Al final de la parábola, Jesús le dice a la gente, “vayan y hagan lo mismo”. Ese día desde el balcón, Ester escuchó el mismo llamado.
“El haber sido testigo de su muerte me hizo reconocer que tenía la responsabilidad de nunca pasar por encima de nadie o cruzar al otro lado del camino. Si había gente que encontraba en el camino, tenía la responsabilidad dada por Dios de alcanzarlos para tratar de ayudar a que el mundo sea mejor”.
“Allí deberíamos estar todos”, continúa, “Si lo hacemos por medio del amor y la compasión, viviríamos en una sociedad mejor que la actual”.
A través de su vida y ministerio, Martin Luther King Jr. le enseñó a Ester y a muchos otros acerca del amor, la justicia y la no violencia. Foto vía U.S. National Archives.
Una vida de servicio
Inmediatamente después del asesinato del Dr. King, Ester abandonó la universidad. Se fue a Marks, Mississippi, para trabajar en la segunda Campaña de la Gente Pobre, que era una marcha desde Mississippi a Washington D.C., que el Dr. King había planeado. Se escogió la ciudad de Marks porque se consideraba “el lugar más pobre en el condado más pobre del estado más pobre de la nación” (Mississippi Stories).
Más tarde, Ester volvería a la universidad para terminar sus estudios. Sirvió como diaconisa de la Iglesia Metodista Unida trabajando para el pueblo a lo largo de toda su carrera. El año 2006, se retiró de su cargo como directora ejecutiva de Dumas Wesley Community Center, una institución misionera en Mobile, Alabama, que es apoyada por Mujeres Metodistas Unidas.
La experiencia del Motel Lorraine formó su ministerio. “Este hombre fue capaz de amar hasta el momento en que una bala le quitó la vida. Estaba dispuesto a trabajar y defender y pelear en una forma no violenta”, nos enseña. “Eso era lo menos que podía hacer”.
“Después de esa experiencia, fue estrictamente nada más que ‘¿qué puedo hacer para ayudar a alguien? ¿Qué puedo hacer para que la vida sea mejor? ¿Qué puedo hacer o dar para cambiar la narrativa de lo que ocurre en la vida de esta persona hoy día?’ Fue un punto de inflexión en mi vida personal que me llevó a reflexionar en la dirección que habría tomado y la dirección que debía tomar”.
Joe Iovino trabaja en UMC.org, en Comunicaciones Metodistas Unidas. Contáctese usando el email: jiovino@umcom.org.