Ninguna grabadora captó la cadencia y poder de la predicador del “Negro Harry” Hosier. Pero podemos conjeturar que su herencia afroamericana hizo que sus palabras brotaban rítmicamente y con un buen volumen. Su retórica, combinada con una mente aguda y habilidades de comunicación sorprendentes, permitió que las verdades bíblicas que proclamaba pulverizaran los corazones de piedra de sus oyentes.
‘Uno de los mejores predicadores del mundo’
“Realmente creo que Harry es uno de los mejores predicadores del mundo”, decía Thomas Cook quien —junto con Francis Asbury— fue uno de los primeros obispos del metodismo americano. “Aunque no sabe leer, hay un tremendo poder en su predicación. Es una de las personas más humildes que he conocido”.
A pesar de tales elogios, los historiadores tienen dificultades para encontrar los hechos de la vida de Hosier. Así que, están forzados a recolectar de las narraciones lo poco que se sabe. Hosier nació en 1750, quizá como un esclavo de alguna plantación, quizá en Carolina del Norte. En algún momento se convirtió al Cristianismo y llegó a ser el acompañante de viaje de Asbury. Pronto empezó a hacer exhortaciones después del sermón, instando a los oyentes a aplicar las palabras del predicador a sus vidas. Más adelante, se convirtió en el predicador principal de los servicios de adoración.
Hosier y Richard Allen fueron los dos delegados afroamericanos sin derecho a voto que asistieron a la famosa Conferencia de Navidad en 1784, donde se organizó oficialmente el metodismo americano. Una autoridad cuenta que murió “feliz con su Señor” en 1806. Otra fuente especifica que su funeral ocurrió el 18 de mayo de 1806, siendo enterrado en Philadelphia.
Los que trasciende las probabilidades biográficas es la impresión que el “Negro Harry” dejó en los corazones y mentes de quienes lo escucharon. Henry Boehm y Freeborn Garrettson, ministros metodistas ordenados, nos entregan testimonios de primera mano.
Más popular que los obispos
Boehm escribe: “Harry era bien negro, africano de africanos. Era analfabeto y no podía leer una sola palabra. Pero podía repetir de memoria un himno como si lo estuviese leyendo y podía citar el texto bíblico con gran precisión. Su voz era musical y su lengua como el lapicero de educado escritor. Era inmensamente popular, y muchos preferían oírlo a él más que a los obispos”.
La narración de Garrettson nos ayuda a situar a Hosier dentro de la cultura americana consciente de asuntos raciales. Después de su conversión, Garrettson se sintió abatido. Un domingo cuando dirigía las oraciones de la familia, un pensamiento interrumpió su tristeza melancólica: “No es justo mantener a tus semejantes en esclavitud”. Esto lo llevó a emancipar a sus esclavos. Después de esto, Hosier y Garrettson ministraron juntos, el que fuera esclavo con el que fuera dueño de esclavos.
Viajando por la Península de Delmarva, Garrettson escribe: Domingo 7 de marzo, 1784, “Harry se juntó conmigo y predicó después de mi sermón”, al día siguiente, “debido a que había cierto grado de persecución en contra de Harry, decidí que era conveniente dejarlo atrás”. Seis años más tarde, en 1790, Garrettson dice de camino a Boston, “La gente de este circuitos es increíblemente aficionada a escuchar a Harry”.
Sermón más famoso: “La higuera estéril”
Harry Hosier logró trascender la conciencia racial de su tiempo. Su famoso sermón, “La higuera estéril” —predicado en la Capilla Adams, Fairfax County, Virginia— fue el primer sermón predicado por un negro americano. Así también, su sermón predicado en Chapeltown, Delaware, en 1784, fue el primer sermón predicado por un negro en una congregación blanca.
Garrettson escribe que en Providencia, Rhode Island, “Harry predicó en una reunión a más de mil personas. Harry predicó después de mí y se ganó un gran aplauso”.
Hosier ilustra lo dicho por un erudito de fines del siglo XX, quien declara que el metodismo americano “confiaba menos en la palabra escrita que en lo que decían los predicadores metodistas… quienes eran recordados más por su predicación y por las respuestas verbales espontáneas de sus congregaciones. La gente gritaba, gemía y sollozaba para expresar sus pensamientos más íntimos y privados”.
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