Adviento es el tiempo que los cristianos usan para prepararse espiritualmente para el nacimiento de Cristo. Es un tiempo extraño. Es un tiempo ocupado y en movimiento. También es un tiempo de espera.
Esperamos la esperanza que se nos entrega en la Navidad, ejercemos paciencia y nos mantenemos expectantes contando con esperanza los días que faltan para la Navidad.
Para muchos, el tener que esperar les entrega imágenes de una condición pasiva y dócil, jugando con nuestros pulgares, e inquietos mientras que esperamos que algo suceda.
Pero el Adviento nos llama a trabajar.
En medio de escaparates decorados y paraísos invernales, nos encontramos viviendo en una realidad llena de pobreza, guerra, destrucción y racismo. Aunque esta temporada que termina en la Navidad se caracteriza por la espera expectante de una esperanza que llega en la forma de un bebé nacido en un pesebre — el Príncipe de Paz — , nos inunda este sentimiento de que el mundo está patas arriba, lejos de lograr la paz.
Las familias viven dominadas por el miedo a enfermarse o ser deportadas. Miles de refugiados arriesgan sus vidas para tratar de lograr una vida mejor. Los jóvenes negros temen que una parada de tráfico rutinaria acabe con sus vidas.
¿Cómo practicamos Adviento en estas circunstancias? ¿Cómo podemos esperar con paciencia cuando hay tanta urgencia?
¿Cómo logramos ver más allá de oropel, el envoltorio brillante, la canciones navideñas y las ofertas del Black Friday que se anuncian mucho antes del Día de Acción de Gracias, para ver dónde la luz ya está resplandeciendo?
Adviento es no solo una temporada para un esperar activo, sino que un tiempo de sorpresas. Como gente de fe, vivimos en el tiempo del “ya pero todavía no”. Es el “ya” porque sabemos que Cristo vino, y “todavía no” porque todavía esperamos la llegada del reino de Dios, cuando reinará la paz y la justicia — Shalom. Sin embargo, algunas veces vivimos como gente que se ha olvidado del don de la esperanza que nos llegó en la forma de un bebé que fue nacido a una pareja inmigrante en un establo pobre.
Al involucrarnos en esta temporada de Adviento, ¿dónde vemos a Dios? Quizá sea en donde menos lo esperamos. Quizá Dios está en la persona sin hogar que vemos cada mañana pidiendo ayuda, en el refugiado que ha llegado al vecindario, en el compañero de trabajo enojado, en el miembro de la familia con quien diferimos durante el tiempo de las elecciones, en los titulares de las noticias que leemos acerca de la violencia en contra de nuestros hermanos y hermanas que son tenidos como “los otros”.
Mientras pasamos por este mundo envuelto en tinieblas, esperando la llegada de la luz, mantengámonos despiertos. Estemos conscientes de las maneras en que Dios ya está actuando. Escuchemos con todo nuestro ser hacia dónde Dios nos está empujando. Canalicemos al Jesús que volcó las mesas y que luchó contra el estatus quo a favor de los marginados. Permitámonos experimentar tanto el gozo como la desesperación de lo que uno ve y escucha en el entorno.
Pero ante todo, no tengamos miedo de buscar e involucrarnos con las maneras en que Dios se hace presente.
Sophia Agtarap tiene un trasfondo en educación y medios digitales que le ayudan a pastorear a inmigrantes digitales. Le encanta trabajar con grupos diversos para ayudarlos a entender mejor las herramientas de comunicación de hoy para usarlas en el ministerio y formas de alcanzar a otros.