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Un conjunto de normas diferentes: perdón

Esta es la segunda parte de una serie de cuatro segmentos que tratan del conjunto de reglas diferentes que los cristianos tienen para su vida. El Rev. Pedro Pillot nos enseña aquí que el perdón es más que una acción, es un estilo de vida.

Un conjunto de normas diferentes con Pedro Pillot
3) Amor

Transcripción:

Mi nombre es Pedro Pillot. Soy pastor de la Iglesia Metodista Unida Asbury, en Camden, New Jersey. En el mundo post 9/11, suena extraño afirmar que Jesús de Nazaret era un extremista ideológico.

Jesús predicó acerca de la venida de un nuevo orden político cuyas normas legales a menudo eran lo opuesto a lo que la gente esperaba, y lo llamó el reino de Dios. Todos conocemos el principio “vuelve también la otra mejilla”, pero nos olvidamos hasta dónde lo llevó Jesús. No se trata tan solo de “vuelve también la otra mejilla” cuando alguien te golpea, se trata de amar al enemigo, de orar por aquellos que nos persiguen. Jesús dijo “Si alguien te obliga a llevarle la carga un kilómetro, llévasela dos” (Mt. 5:41 NVI); “Si alguien te pone pleito para quitarte la capa, déjale también la camisa” (Mt. 5:40 NVI).

Si alguien nos hiere, es fácil perdonar una vez. Es más difícil perdonar una segunda vez. A la tercera vez, nos damos por vencidos. Si alguien me hiere tres veces en un día, le tendría que decir: “Deja de pedir perdón porque obviamente no estás arrepentido”. Porque no tiene sentido perdonar en esa forma. Suena como injusticia.

Esta es la razón de por qué en los Estados Unidos el perdón no es parte central de nuestro concepto de justicia. Actuamos como si la justicia fuese un derivado extraído del malhechor en el proceso de castigo. Hay más de dos millones de personas encarceladas en los Estados Unidos hoy, y más de cuatro millones están siendo supervisadas, sea a prueba o en libertad condicional. Cuando estas personas finalmente terminan pagando su deuda con la sociedad, encuentran que los empleadores puede discriminarlos legalmente a causa de su pasado criminal. A menudo, los crímenes que sumergen a la gente en el sistema penal tienen su raíz en la pobreza y la salud mental. ¿Dónde está la justicia en estos casos?

Si uno mira la Escritura Hebrea, uno se sorprendería de aprender que, aunque tiene mala reputación, la pena de muerte se reservaba en la Biblia para los crímenes más horrendos; crímenes en los que era imposible restaurar lo que fue quitado, y la encarcelación jamás se prescribe como castigo. Al contrario, uno encuentra que la ley requería que, en lo posible, lo que fue usurpado fuese restaurado. Lo que haya sido quitado de otra persona debía devolverse con interés. En la Biblia, la justicia no tiene que ver con pagar el mal con mal, sino con sanar el daño cometido.

Jesús llevó este principio al extremo. Enseñó a sus discípulos que si alguien te agravia una vez y te pide perdón, perdónalo. Y si te afrentan otra vez, vuelve a perdonar. Y si te perjudica de nuevo, perdónalo otra vez. Porque cuando hacemos daño a una persona, creamos un círculo. La cicatriz que dejamos en una persona puede ser aquello que la empuje a dañar a otra persona, y así continúa. El pecado pasa de una persona a otra, como el fuego se traspasa de una casa a la otra. El perdón es lo que ocurre cuando resistimos el mal y nos rehusamos a que nos destruya.

El perdón radical, perdonar a quienes activamente esperan tu destrucción, no quiere decir que uno deja que otros se aprovechen de uno. El perdón radical es un acto por el cual reclamamos nuestra dignidad como seres humanos que tienen todo el derecho de condenar al atacante pero que escogen seguir un principio más alto. Así es como vivimos en el reino de Dios del cual tanto habló Jesús.

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