Querido Vince,
¿Es necesario asistir a la iglesia?
Desde que hablamos, tu explicación de por qué te vas de la iglesia sigue resonando en mi mente y corazón.
Sé cuan decepcionado estás de la iglesia. La iglesia puede herirte.
Entiendo completamente por qué deseas abandonar por completo la iglesia y la religión organizada.
Nada ha desafiado mi llamado al ministerio que aquellos que dicen ser seguidores de Cristo. En general, la gente es cansadora. ¿Pero la iglesia? Muchos son agotadores y abrumadores.
¿Por qué necesito a la iglesia?
Me explicaste que “tú y Dios son buenos”, y preguntaste: “¿por qué necesito a la iglesia?” Esa es una pregunta legítima.
Jamás he parado de cuestionar a la iglesia institucional y rechazar algunas cosas en cuanto a la iglesia institucional: como el proceso de ordenación. Gastamos mucho tiempo asegurándonos que somos gente fiel a la institución; personas que no sólo mantienen la perspectiva de la institución, sino que la defienden y sostienen. Se nos pregunta cómo es que mantendremos viva la institución, en lugar de preguntar cosas como: “¿Cuándo fue la última vez que mostraste gracia a otros?” O: “¿Cuándo fue la última vez que compartiste el amor de Cristo en una forma transformadora?” Pareciera que nos preocupa más salvar la institución que “salvar las almas” (por usar una expresión).
Mentiría si te digo que jamás he pensado irme de la iglesia. También te mentiría si te digo que jamás lo he tratado. Pero…
Dos cosas me han mantenido en la iglesia. Primero, yo tampoco soy perfecto. Sé que he sido un testigo terrible a favor del ministerio y presencia de Cristo. Yo también tengo gran necesidad de la gracia de Dios.
Segundo, esta idea la quiero expresar citando a Dorothy Day: “En cuanto a la iglesia, ¿a dónde más voy a ir, que no sea a la novia de Cristo que es una carne con Cristo? Aunque a veces es una ramera, es nuestra madre”.
Además, no puedo sacarme de encima el hecho de que Dios me ha llamado a estar aquí. Esta es la razón de por qué soy un predicador. Esta sería una tercera razón. Soy predicador porque no soy bueno para las matemáticas ni la literatura.
La verdad es que la gente está dañada.
En una comunidad que se supone está edificada sobre el amor, la gracia y la misericordia, lo cierto es que más bien somos un obstáculo porque estamos estropeados, y nuestra imperfección es contagiosa. En el mejor de los casos, siempre seremos imperfectos. Por esto, entiendo completamente que alguien se desilusione de la iglesia. Entiendo completamente que alguien quiera irse de la iglesia. Esto me hace sentir incapacitado cuando veo gente que vive con profundas heridas causadas por la iglesia.
¿Por qué voy a la iglesia?
Sin embargo, personalmente yo no puedo renunciar y lavarme las manos en cuanto a la gente que a menudo confunde la gracia con el mérito. Ocurre que no se espera que caminemos nuestro viaje de fe a solas. Desde el principio mismo, la comunidad es parte de nuestro ADN. Confiamos en un Dios que es Trinitario, un Dios que es comunal.
Nuestra comunidad fue dañada cuando Caín le preguntó a Dios: “¿Acaso soy yo el cuidador de mi hermano?” Como discípulos de Cristo, nuestra respuesta debería ser un rotundo ¡Sí! No crecemos fuera de la comunidad. La iglesia provee de tensiones dentro de nosotros que nos empujan, nos prueban y desafían. Algo tan lindo como una perla no se forma sin tensión y presión.
Si vamos solos en el viaje de la fe, nunca lograremos llegar a ser lo que Dios quiere que seamos. No habrá nadie que nos llame a cuentas o nos ayude a formarnos o que nos empuje a ser mejores. La mentalidad de “solo yo y Jesús” detiene nuestro crecimiento como discípulos porque jamás podremos vivir una parte importante del gran mandamiento: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.
No podemos amar a nuestro prójimo a la distancia, sino en comunidad; viviendo unos con otros. De la misma forma, si sólo nos juntamos con gente que piensa como nosotros, habla como nosotros, vota como nosotros y viste como nosotros, no lograremos crecer. La diversidad extiende los horizontes.
En su mejor momento, la comunidad nos enseña a encarnar el amor de Dios y reflejar la diversidad del reino de Dios. Todavía creo que es el camino a seguir, a pesar de que fracasamos tantas veces. Pero con la gracia de Dios, tratamos otra vez. Porque hay belleza en lo que está quebrantado.
Cuando lo entendemos. Cuando trabajamos para edificar el reino de Dios y no el nuestro propio, somos una fuerza irresistible que no se puede detener. ¿Podemos practicar la fe sin la iglesia?
El Espíritu siempre y continuamente nos lleva a la vida de otros. Nos llama a vivir la fe juntos. Cuando tratamos de vivir la fe a solas, atrofiamos nuestro impacto. Achicamos nuestro mundo y limitamos lo que Dios puede hacer a través de nosotros y en nosotros. Los milagros de Dios siempre ocurren en el contexto de la comunidad.
Recuerda. No somos bautizados solo para nuestra salvación. No somos bautizados para vivir vidas en aislamiento. Se nos bautiza en la comunidad. Nos unimos a la comunidad de otros cristianos.
Es imposible aislar o privatizar a Jesús, si vamos a seguir fielmente a Jesús. Eso me hace concluir que la iglesia y la comunidad no solo son importantes, sino esenciales. Esta es la razón que me lleva a siempre edificar el reino de Dios aquí junto a otros. Espero que algún día te asocies con Dios y su pueblo para hacer lo mismo.
Tu amigo,
JosephJoseph Yoo se mudó de la costa oeste para vivir feliz en Houston, Texas, con su esposa e hijo. Sirve en Mosaic Church, Houston. Visite josephyoo.com.