Como muchos niños del llamado cinturón bíblico, pasé muchos veranos en los campamentos de la iglesia. Crecí en una familia que iba de iglesia en iglesia. Mi padre era pastor itinerante, así que íbamos de una iglesia metodista a otra. Conté tres antes de cumplir 10 años. Después nos unimos a una iglesia no denominacional a la vez que asistía a grupos de jóvenes nazarenos. Obviamente, estaba bien versada en la doctrina de la iglesia. Además, asistí a tantos campamentos de iglesia como las iglesias a las que pertenecimos. No siempre quería ir a los campamentos. Algunos campamentos estaban en las colinas de Tennessee. Otros parecían complejos turísticos. Escuché sermones de todos los tipos, y escuché muchas metáforas cursis acerca de Dios.
Aunque mis años de campamento de iglesia ya están en el pasado, hay un sermón que todavía recuerdo. Un verano el campamento decidió cambiar su estilo pastoral. Contrataron un pastor con tatuajes en los brazos y ensanchadores de orejas. Quizá pensaron que este pastor se relacionaría mejor con los jóvenes. No recuerdo mucho de lo que dijo pero recuerdo que una noche habló de la importancia de apartar tiempo para Dios.
Subrayó que en la vida cristiana es vital que tengamos una disciplina espiritual. En su propia vida, esta disciplina espiritual consistía en levantarse en la mañana antes que despertaran sus hijos y preparar dos tazas de café. La segunda taza no era para su esposa sino para Dios. Colocaría su taza frente a él y la otra en el otro lado de la mesa. Sentado allí, se quedaría mirando a la silla vacía y al vapor de la taza de café esperando que Dios le hable.
Café y presencia divina
Como una estudiante entusiasta del café, pensé que esto era una locura. Qué pérdida de café, ¿cierto? Para mí, este hombre se sentaba allí dejando que una perfecta taza de café se desperdiciara. En mi opinión, este pastor era un extremista. Aunque hasta el día de hoy sigo pensando que este pastor había desperdiciado un sin número de tazas de café, me parece que su idea tiene algo bueno.
Siempre tomó café. El café juega una parte importante en mi vida. No solo porque me encanta el café, sino porque trabajé como barista. Conozco la importancia del café. Sé cómo hace que la gente se sienta. Te fortifica y motiva para hacerte cargo del día. Es un aspecto común de la mañana de mucha gente.
La relación que tengo con el café es sinónima de la relación que tengo con Dios. Esta es la razón por la que aprecio la disciplina espiritual de aquel pastor. Aunque jamás malgastaré una taza de café, me gusta sentarme y tomarme un café con Dios. Sorber una taza caliente de café te coloca en el momento presente donde Dios vive. Donde sea que esté tomándome una taza de café, ese es el mejor momento para reflexionar en la presencia de Dios.
Algunas personas creen que para pasar un tiempo con Dios, uno necesita tener la nariz sumida en la Biblia, pero yo no lo creo. Si uno busca con intención, Dios está en todo su alrededor. Dios está sentado contigo cuando ves la salida del sol. Dios está contigo cuando tomas el primer sorbo de café. Y si estás en silencio y esperas, le das espacio a Dios para que hable a tu vida en ese momento. Dios quiere ser parte de tus actividades diarias. Dios quiere ser parte de cada momento de tu vida, pero depende de ti reconocer la presencia de Dios. Algunas veces ignoramos su presencia, nos olvidamos o la rechazamos. ¿Pero qué si recibimos su presencia en nuestras vidas cada mañana con una taza de café y lo invitamos a que se quede?
Madison Myers estudia Mercadotecnia en la Universidad de Tennessee, Chattanooga. Madison ha viajado a la mayoría de los parques nacionales de nuestro país y su meta es visitarlos todos.