El amor que ensambla los fragmentos

Una taza destrozada puede enseñarnos mucho acerca de la naturaleza del amor y de cómo reparar lo que se ha roto.

“QUIEBRA UN JARRÓN Y EL AMOR QUE ENSAMBLA SUS FRAGMENTOS ES MÁS GRANDE QUE EL AMOR QUE DIO POR SENTADO SU SIMETRÍA CUANDO ESTABA INTACTO.”

- Discurso Nobel de Derek Walcott (1930-2017)

Hace ya dos años y medio que me mudé dos mil millas lejos del amado terruño en Atlanta para aceptar un trabajo en la costa oeste. Me instalé en mi nueva casa con vista al Océano Pacífico e hice lo mejor que pude para recrear lo que había dejado atrás.

Cuando empecé a desempacar, encontré un jarro para café que unos queridos amigos me regalaron antes de irme. El jarro tenía impreso un boceto de los contornos de la ciudad de Atlanta, perfilando sus perímetros. Me gusta el café casi tanto como me gusta Atlanta, así que fue como descubrir un tesoro. Mis sentimientos me llevaron a usarlo todos los días.

Hasta que un día se me cayó en el fregadero.

Un buen pedazo se rompió en el costado del jarro, arruinando la belleza del boceto de la ciudad. Sostuve el fragmento en la palma de mi mano y me puse a llorar. Odiaba el simbolismo que estaba en mis manos. Sentía dolor de haber perdido tanto de lo que amaba de mi vida: mis amigos, mi trabajo, mi casa. Dejé que el afilado pedazo descansara en la suavidad de mi mano, pensando cuán profundas son las heridas de haber perdido algo. Pensé en cuán desconcertante puede ser el dolor con su ir y venir, rehusando llegar a su fin.

Al mirar a esa parte del jarro que todavía estaba intacta, noté que su ranura estaba limpia y alisada. El lugar donde se rompió estaba abierto hacia afuera.

Con cuidado puse el fragmento de vuelta en su lugar, para ver si otras partes se habían perdido sin yo notarlo.

El fragmento encajó perfectamente en su lugar, a pesar de estar roto. Encontré un tubo de pegamento ya casi vacío (que misteriosamente se vino con nosotros) y le puse pegamento en los bordes de ambas partes. Junté los dos pedazos de cerámica, viendo cómo el pegamento los unía.

Mi amado jarro para café ya no estaba roto, pero tampoco estaba del todo restaurado. Cuando traté de poner agua en él, para ver cuán firme era su consistencia, el agua empezó a salirse por un lado. Me puse muy triste.

Decidí quedarme con el jarro. No podía aguantar la idea de echarlo a la basura, a pesar de que ya no podía usarlo para tomar café. El jarro quebrado cambió para siempre, aunque por fuera parecía normal.

De alguna manera, este jarro ahora ha adquirido más valor. Lo guardo y lo cuido. Me di cuenta que puedo usarlo para otras cosas. Se convirtió en la vasija donde mi hija coloca sus pinceles, cuentas y lápices de colores. Ha cobijado pequeñas piedras que necesitaban un hogar y recibos que no debían perderse. Se convirtió en algo nuevo con un nuevo propósito y un uso más amplio.

El finado Derek Walcott, ganador del Premio Nobel de literatura, dijo una vez: “Quiebra un jarrón, y el amor que ensambla sus fragmentos es más grande que el amor que dio por sentado su simetría cuando estaba intacto."

Esto también se aplica a nuestras vidas. El riesgo de perder algo nos persigue toda la vida, y cada vez que nos atrevemos a amar, soñar o tener esperanza, también arriesgamos la posibilidad de fracasar. Todos hemos perdido algo –un empleo, una amistad, un sueño. Cuando perdemos algo, el eco de su ausencia es un ruido insoportable. Pareciera que jamás podremos aliviarnos.

Pero poco a poco, con el paso del tiempo, nos abrimos a percatarnos de algo nuevo que surge en el vacío que quedó. Creo que Dios trabaja para llevarnos amorosamente hacia una nueva vida, incluso a partir de la pérdida. Esto es lo que me sostiene en días oscuros: la idea de que Dios trabaja sin parar para producir el bien en el mundo. Este es el tipo de amor que ensambla nuestros fragmentos y que nos convierte en mucho más de lo que podríamos haber imaginado.

Creemos en la resurrección, lo cual es extraño. Parece algo irracional y misterioso esto de la vida triunfando sobre la muerte. Pero al reflexionar en mis propias experiencias, ahora puedo ver que Dios ha trabajado para devolverme la vida en una forma nueva pero también identificable.

El amor que ensambla nuestros fragmentos cuando nos hemos quebrado es la verdad de la resurrección. Es más trabajo amar el quebrantamiento, reconstruirlo todo, contemplar la imagen restituida de quiénes somos –con cicatrices y todo– y decir “te amo”.


Rev. Mandy Sloan McDow es oriunda de Knoxville, TN. Hoy sufre para el Señor en un santuario con vista al mar y una maravillosa congregación, California. Mandy es cinturón negro taekwondo, le encanta la música y a menudo ve los juegos de béisbol con sus tres niños. Para más información sobre Mandy, visite Reverend Mama.

[Publicado 26 de marzo, 2017]

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