Encontrar una comunidad de fe donde uno realmente pueda pertenecer

Bienvenida al servicio de adoración de la Primera Iglesia Metodista de Birmingham
Bienvenida al servicio de adoración de la Primera Iglesia Metodista de Birmingham

Brene Brown escribió que hay una diferencia entre “encajar” y “pertenecer”. Esto me abrió los ojos porque me di cuenta de que por una buena parte de mi vida sólo anhelaba encajar.

Durante gran parte de mi infancia formativa, yo era el único asiático de mi clase en la escuela. Me acuerdo de que oraba por tener pelo rubio y ojos azules para poder lograr un sentido de pertenencia.

Pero ocurre que eso no es pertenecer, sino encajar. Encajar nos exige cambiar algo en nosotros mismos para lograr el sentido de pertenencia, y eso podría ser dejar algo que es parte fundamental de quien uno es. La verdadera pertenencia es ser quien uno es y ser aceptado plenamente. También me di cuenta de cuántas de nuestras iglesias le exigen a la gente que encajen en sus comunidades, en lugar de ofrecerles pertenecer.

El desafío de la asimilación cultural en las iglesias

Me acuerdo cuando en muchas iglesias se hizo popular la moda de la “tercera cultura”. Básicamente, la idea es que uno abandona su propia cultura y la cultura secular, para adoptar la tercera cultura, esto es, la cultura de la iglesia —que se supone es la cultura de Jesús. Pero ocurre que el grupo mayoritario nunca se dio cuenta de que era el grupo minoritario el que debía abandonar su propia cultura para abrazar la tercera cultura. Nos referimos al grupo minoritario étnicamente, o por su etapa de vida, su estatus socioeconómico, etc.

Si usted pertenecía al grupo minoritario, se le exigía abandonar partes fundamentales de su ser para encajar con la cultura dominante, que realmente no era la cultura de Jesús.

Muchos de nuestros hermanos LGBTQ+ han experimentado una iglesia que les pide que encajen para poder pertenecer. A mucha gente LGBTQ+ se les dijo que serían aceptados pero bajo ciertas condiciones. En algunas iglesias no se les acepta, pero su dinero y donaciones son aceptadas.

Cuando me dieron la oportunidad de plantar una nueva iglesia, me preocuparon mucho estos conceptos de encajar y pertenecer. Quería empezar una comunidad que realmente valorara la singularidad del pueblo de Dios. Quería ser parte de una comunidad que fuese un lugar seguro en el que la gente pueda explorar lo que significa ser cristiano, un lugar para hacer preguntas, y aceptar el misterio de preguntas que no tienen respuesta. Un lugar donde uno puede dudar sin que le digan que dudar es ser un cristiano débil. Un espacio donde honrar, valorar y celebrar nuestras diferencias y, a la vez, estar comprometido en una misma meta. Se trata de crear un lugar donde la gente pueda ser quienes son, ser amados y amar.

Obviamente, esto es más fácil decirlo que hacerlo. Hubo muchas conversaciones y decisiones difíciles que tuvieron que ocurrir porque la pertenencia nos llega con dificultades.

Cuando las cosas se ponen difíciles respecto a quién pertenece, siempre escogeremos el lado del oprimido, vulnerable y sin comunidad.

Plantar una iglesia teniendo en cuenta la pertenencia

Vivimos en una ciudad que tiene más iglesias que locales de Starbucks. Esta es la única ciudad en la que el Presidente (2017) visitó una iglesia.

Lo que estoy tratando de decir es que la ciudad tiene más de cien iglesias para la gente que ande buscando una.

Pero solo dos iglesias (una es la nuestra) son lugares donde la gente LGBTQ+ puede sentirse en casa, ser amados y llamados a amar al prójimo.

Una de las cosas más duras que tuve que aprender a decir como plantador de iglesias fue: “Lo siento, no creo que este sea el lugar para usted, pero le podría ayudar a encontrar otra comunidad donde usted pueda florecer y ser de bendición”. A fin de crear espacios significativos para que gente que no tiene un lugar donde pertenecer, esta fase fue vital.

Somos una iglesia pequeña. Esto está bien. Tenemos más gente involucrada activamente en la comunidad Mosaic que miembros registrados en la iglesia. Aunque no sea bueno para la institución, es algo bueno para nuestra comunidad. Estamos comprometidos a crear espacios de pertenencia, para que la gente sea amada y pueda amar.

Cuando necesito recordar el trabajo al que estamos comprometidos e involucrados, acudo a las palabras de Rachel Held Evans:

Así es el reino de Dios: un grupo de marginados y excéntricos reunidos a la mesa, no porque sean ricos, dignos o buenos, sino porque tienen hambre, porque dicen que sí. Y siempre hay espacio para más.

Joseph Yoo es autor de When the Saints Go Flying in.  Se mudó de la costa oeste para vivir feliz en Houston, Texas, con su esposa e hijo. Sirve en Mosaic Church, Houston. Visite josephyoo.com

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