Si usted hiciera una lista de las cosas que haría en un día ideal, ¿qué cosas escribiría? Esto suena como una trampa, pero es muy posible que muy pocas de las cosas que usted realmente lleva a cabo a diario estarían también en la lista de su día ideal. Hay una tensión entre las cosas que idealmente haríamos y las cosas que tenemos que hacer.
Muchos sentimos que la lista de las cosas que tenemos que hacer crece cada día, y lo hace más rápido que nuestra capacidad de realizarlo todo. Cada email de sus colegas, cada texto de un miembro de la familia, cada noticia de los medios de comunicación, todo nos impone una responsabilidad adicional sobre la cual debemos actuar. Además de todo esto, el presente artículo que usted está leyendo le añade algo más que hacer, esto es, le pido que aprender a decir que “no”. Por su propio bien, el bien de los que lo rodean y el bien del mundo, quizá sería bueno aprender a decir “NO”.
Esto no es necesariamente un acto egoísta. Si nos fijamos en las veces que Jesús dijo “no”, empezaremos a entender que los “nos” vienen como actos de humildad. Un “no” puede sugerir que no tenemos las cosas bajo control, que no somos tan importantes y que confiamos que hay un plan en acción fuera de nosotros mismos.
Cuando Jesús dijo “no”.
Hay historias acerca de Jesús que son un poco inquietantes. Aunque la historia tiene un final feliz, no estamos muy seguros de las motivaciones que Jesús tenía para hacer lo que hizo. Esto nos preocupa.
En el capítulo 11 del Evangelio de Juan, se nos cuenta que alguna gente le informó a Jesús que su amigo Lázaro estaba muy enfermo. Las hermanas de Lázaro le piden a Jesús que sane a su amigo. Pero al parecer Jesús les dice “no”. Ocurre que cuando Jesús “oyó que Lázaro estaba enfermo, se quedó dos días más donde se encontraba” (Juan 11:6 NVI). Durante este tiempo, Lázaro murió.
¿Por qué Jesús no acudió a sanar a su amigo? ¿Lo hizo por egoísmo? Claro que no. Jesús nos enseñó que no hay mayor amor que el dar la vida por los amigos. Fue por amor que Jesús fue a la cruz. ¿Será que tenía cosas más importantes que hacer? Creo que no. La historia no nos dice que tuviera algo importante que hacer durante esos dos días.
Quizá sea mejor preguntarnos por qué Jesús no dijo que “sí” inmediatamente, cuando se le pidió que actuase. ¿Por qué no dijo de inmediato “voy para allá rápidamente”? Juan nos da una pista para responder a esta pregunta. Juan 11:4 dice que Jesús dijo “esta enfermedad no terminará en muerte, sino que es para la gloria de Dios, para que por ella el Hijo de Dios sea glorificado” (NVI).
¿Por qué decimos “sí”?
Cuando decimos “sí” a los diferentes llamados a la acción que interrumpen nuestros días, ¿cuáles son nuestras motivaciones? Seguro que algunas de nuestras motivaciones son altruistas: Vemos una oportunidad para hacer el bien o ayudar. Así que, respondemos “claro que sí, lo haré”. Pero en otras ocasiones nuestras motivaciones no son tan buenas. Decimos “sí”, no porque veamos que una oportunidad para hacer algo bueno, sino porque queremos que nos vean haciendo algo bueno. En otras ocasiones, tememos que alguien aproveche la oportunidad en lugar que nosotros. Quizá tememos que nosotros somos el factor importante en la situación, y que si no decimos “sí”, el asunto no se llevará a cabo.
Sólo podemos especular qué motivó a Jesús a esperar que pasen dos días para responder a las hermanas de Lázaro. La Escritura no nos dice lo que Jesús estaba pensando, aparte de la gloria de Dios. Pero no vemos a Jesús diciendo que él y solo él debe ser quien responda para que Lázaro sea sanado. Jesús no se apresura a sanar a Lázaro a fin de mostrar cuán poderoso es él.
Jesús más bien espera y Lázaro muere. Cuando finalmente Jesús llega a la casa de Lázaro, contemplamos una escena de dolor. En su dolor, Jesús llama a Lázaro, a su amigo. Y su amigo sale de la tumba resucitado. Este es un evento maravilloso.
Hay tanto que no sabemos de este milagro. ¿Sabía Jesús lo que ocurriría? Quizá lo sabía. El pasaje entrega algunas pistas para saber que Jesús esperaba un milagro. Pero no fue algo forzado. Jesús dejó que ocurriera. Jesús aceptó su papel en los hechos que ocurrieron. Dijo “sí” cuando quedó claro que un “sí” no sería algo egoísta, sino que sería una sanidad que haría que la gente sea testigo de las posibilidades de Dios.
Un “sí” con significado
Jesús nos entrega criterios para que examinemos nuestra vida tan atareada. Por lo menos, nos entrega una forma de evaluar el fruto de nuestra vida ocupada. ¿Decimos “sí” porque al hacerlo servimos al bien mayor? ¿Decimos “sí” porque al hacerlo revelamos la sanidad y las posibilidades de Dios, o decimos “sí” porque nos hace aparecer y sentir importantes?
Hay muchas cosas importantes que deben ser hechas en el mundo. El estar conscientes de esto nos crea un sentido de que debemos involucrarnos en casi toda oportunidad que tengamos para la acción o deber. Pero la verdad es que no todo afán produce buen fruto. No todo es productivo.
Algunas veces, incluso ante una demanda urgente, Jesús esperó y confió. Cuando la acción servía un propósito más alto, Jesús respondió.
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Ryan Dunn, es ministro de involucramiento por la web de Rethink Church, que opera desde Comunicaciones Metodistas Unidas, Nashville, Tennessee. Contáctese por email.