Como parte del pacto bautismal que establecen con la Iglesia Metodista Unida, los nuevos miembros prometen participar fielmente en la congregación local a través de sus oraciones, presencia, dones, servicio y testimonio. ¿Pero cómo se moverán de las palabras que profesan a realmente vivir sus votos? En una serie de cinco partes, examinaremos cada aspecto de los votos de membresía y veremos cómo los metodistas unidos pueden responder al llamado de servir a Cristo a través de la iglesia local.
Donde fuera que vaya, Mary Meyer llevaba consigo tarjetas rectangulares.
En cada tarjeta escribía los nombres de la gente por la que debía orar y otros asuntos. Escribía nombres y peticiones de oración, y colocaba las tarjetas dentro de su Biblia, su cartera o en su silla favorita.
Si encontraba un minuto libre, Mary se ponía a orar.
“Me parece obvio decir que a causa de su vida de oración jamás se aburría”, dice Gilbert C. Hanke, director de la Comisión Metodista Unida de Hombres.
Hanke cuenta que después de la muerte de su abuela, sus padres ayudaron a despejar la casa, y encontraron más de cien tarjetas de oración repartidas en libros, cajones y otros lugares.
“Eran como semillas que plantaba”, dice Hanke. “No tengo muchas cosas que la abuela me dejó, pero tengo esta memoria. Cada vez que veo una tarjeta, me acuerdo de ella”.
Gilbert C. Hanke, director de Hombres Metodistas Unidos, usa la tecnología computacional para conectarse con un grupo de discipulado. Foto por Kathleen Barry, Comunicaciones Metodistas Unidas.
El abuelo de Hanke fue pastor metodista unido. Y el abuelo y la abuela tomaron en serio sus votos de membresía, incluyendo la promesa de participar fielmente en los ministerios de la iglesia por medio de sus oraciones, presencia, dones, servicio y testimonio.
Pero a Hanke le impresionaba la pasión que tenían por la oración.
“El abuelo fue la mejor oración que haya experimentado. Oraba todo el tiempo. Oraba en voz alta… Sea que haya sido una preocupación de algo que ocurría en el mundo o algo personal, nada era tan trivial o demasiado importante para dejar de orar”, cuenta Hanke.
A algunas personas se les hace difícil formar una vida de oración. Los nuevos miembros prometen sostener su congregación por medio de sus oraciones, pero muchos no saben lo que esto significa.
“Le preguntamos a la gente, ‘¿sostendrás a esta iglesia con tus oraciones, presencia, donaciones, servicio y testimonio?’ Parece muy bueno, pero la mayoría no tiene idea de lo que prometen”, dice el Rev. Dan R. Dick, asistente del obispo Hee-Soo Jung, de la Conferencia de Wisconsin. “¿Hablamos de orar cada día, una vez a la semana, una vez al mes, 10 o 30 minutos cada día? No sé cuál es la respuesta correcta”, agrega.
Dick afirma que es importante para las comunidades de fe que ayuden a sus miembros a entender qué se espera de ellos, no sólo cuando se hacen miembros de la iglesia sino cuando renuevan sus votos. “Si vamos a llamar a cuentas en cuanto al crecimiento en el discipulado, tenemos que tener algún criterio”, dice.
A fines de la década de los noventa y principios del nuevo siglo, Dick trabajaba en la Junta General de Discipulado (que ahora es Ministerios de Discipulado). Su trabajo lo llevó a estudiar más de 700 congregaciones metodistas unidas. Estudió iglesias sanas que estaban produciendo cambios en su comunidad. No solo crecían en miembros sino que ayudaban a la gente a crecer en el discipulado. Los resultados de su estudio se publicaron en su libro "Vital Signs."
“Cuando había expectaciones claramente definidas, era más fácil medir. Era más fácil preguntar ¿Cuán bien está la gente cumpliendo sus votos y realizando las promesas que hicieron?”, dice Dick.
“En la iglesia ofrecemos promesas vacías en cuanto a la importancia de la oración. Pero me di cuenta que las iglesias que tienen la oración como una práctica común y una expectación regular, la gente está más involucrada”.
Eggester Jokomo (82 años) es pionera del programa de oración de madrugada, en la Iglesia Metodista Unida St. Mark de Harare, Zimbabue. Foto por Eveline Chikwanah, Comunicaciones Metodistas Unida.
“La oración cambia las cosas de una energía negativa a una energía positiva. La gente ya no piensa que sus responsabilidades son cargas, requerimientos y obligaciones, sino que las ven como maneras maravillosas de edificar relaciones con Dios y con otras personas de la congregación”.
El poder de la oración se destaca en la Iglesia Metodista Unida de St. Mark, en Harare, Zimbabwe. La iglesia tiene reuniones de oración temprano por la mañana a la que asisten unas 500 personas.
“Más que nada oramos por nosotros, la iglesia y la nación”, dice Jokomo. “Las oraciones de la mañana son más poderosas que las oraciones de cualquier otra hora del día. Requiere determinación levantarse y dejar la comodidad de la cama a una hora tan temprana”, nos dice.
Hay iglesias que no ofrecen servicios de oración o grupos pequeños. En estas circunstancias, Dick sugiere buscar a un compañero o compañera de oración al cual uno pueda rendir cuentas. También es bueno crear una lista de cosas por las que debemos orar.
A Hanke no le atraen las tarjetas o fichas, sino que usa Post-it Notes para incorporar lo que aprendió de sus abuelos en su vida de oración.
“Cuando algo ocurre, lo escribo y coloco el Post-it en algún lugar visible. Cuando estoy trabajando en algo o necesito un descanso… allí está el recordatorio de las cosas o personas por las que debo orar”.
Dick afirma que no hay una forma equivocada de orar, y que está bien buscar consejo. “Se da por sentado que somos cristianos de toda la vida, de que crecimos en la iglesia y de que sabemos cómo orar. Sin embargo, muchos dicen que no saben si están orando bien”, dice Dick.
Hanke concuerda, y dice que muchas veces lucha con su vida de oración.
“He elevado oraciones llenas de enojo y centradas en mí mismo, para volver a orar diciendo ‘perdón por la forma en que…’ La oración es una obra en progreso para mí. Probablemente todos sienten que es una obra en progreso”.
Dick exhorta a los líderes de la iglesia a volver a lo básico y ayudar a los miembros a que sostengan sus votos de membresía a través de las disciplinas espirituales.
“Vivimos en una cultura en la que la gente ya no confía. En esta cultura, la palabra o promesa de una persona tiene poco valor”, dice. Debemos llamar a la gente a un nivel de integridad. Uno debe decirles: “nadie te está diciendo lo que debes hacer, pero cuando digas que vas a hacer algo, es importante que lo hagas. Me encanta ese mensaje”.
Julie Dwyer es una escritora y editora de Comunicaciones Metodistas Unidas. Escriba a jdwyer@umcom.org. Contribuyó a este artículo Eveline Chikwanah, comunicadora de la Conferencia Anual del Este, en Zimbabue.