El costo de la fe que no se menciona

¿Hemos considerado el costo de invitar a Jesús a que tome control de nuestras vidas?
¿Hemos considerado el costo de invitar a Jesús a que tome control de nuestras vidas?

Carrie Underwood lanzó la canción “Jesus, take the wheel” (2005), lo que hizo popular la frase “Jesús, toma el volante”. Pero esta invitación es muy peligrosa. ¿Qué si Jesús nos lleva donde no queremos ir?

Creo que esta es una situación difícil en la que cada cristiano se ha encontrado en su viaje de fe, al menos una vez.

 Una cosa es decir “Jesús, toma el volante”, y otra muy distinta dejar que Jesús maneje sin que actuemos como el fastidioso pasajero que reclama. Una cosa es orar “Jesús, guíame”, y otra distinta seguir a Jesús donde sea que nos lleve.

Ser un discípulo de Jesús es ser el pasajero que deja que Jesús maneje. Ser un discípulo de Jesús no es solo dejar que Jesús nos guíe, sino que realmente seguirlo donde sea que nos lleve.

El discipulado se parece a ese juego que la mayoría jugó cuando éramos niños: Sigue al líder. En el juego, quien fuera el líder, hacíamos lo que hacía o uno perdía.

Para simplificar, para mí el discipulado es simplemente seguir a Jesús con el fin último de llegar a ser como él. Jesús te invita a ser su discípulo porque tiene fe de que usted puede llegar a ser como él. Para mí, el fundamento para llegar a ser como Jesús es el amor sacrificial.

Dietrich Bonhoeffer dijo una vez: “Cuando Cristo llama (a una persona), pide que venga y muera”.

La invitación no parecería un slogan de mercadotecnia muy atrayente.

“Ven y muere”.

Esto es algo que está incrustado en el ADN del cristianismo. Incluso el “logo” del cristianismo es una cruz, símbolo de la muerte.

Mucha gente, no sólo Jesús, era ejecutada en la cruz.

Sé que a muchos de nosotros nos encanta acicalar nuestras cruces. Pero no importa cuán lindas hagamos nuestras cruces, no importa cuánto las embellezcamos, la cruz representa la muerte.

Una elección de vida y muerte

Gracias a Dios, la mayoría de nosotros jamás tendrá que elegir entre la vida y la muerte física al seguir a Cristo. Pero debemos elegir matar nuestro ego y nuestro orgullo, lo cual muchas veces podría ser más difícil y doloroso que la muerte física.

El amor sacrificial empieza haciendo que dejemos de ser el centro del universo. Se trata de abrazar la pregunta: “¿Qué es mejor para la comunidad?” para que tome lugar de la otra pregunta: “¿Qué es lo mejor para mí?”

Es entender lo que significa cuando Yoga dijo: “Las necesidades de los muchos superan las necesidades de unos pocos” (¡Relájense los nerds! Es una broma. Yo sé que no fue Yoda quien lo dijo. Fue más bien Gandalf en Harry Potter, ¿cierto? No, fue Spock en Star Trek II.).

Esto no es fácil. Seguir a Jesús quizá sea simple, pero no es fácil. Ser discípulo de Cristo es una aventura costosa porque abandonamos lo más preciado que tenemos: Nosotros mismos.

Seguimos a Jesús para ver lo que Jesús dice, hacer lo que Jesús hace, amar a la gente que Jesús ama.

Con mucha frecuencia, ver como Jesús ve nos revela la humanidad e imagen de Dios que está en gente que no quiero reconocer. Hacer lo que Jesús hace nos lleva a lugares, espacios y gente que he aprendido a ignorar o que escojo ignorar. Amar a la gente que Jesús ama podría implicar amar a quienes no quiero amar.

Cuando seguimos a Jesús, pronto nos damos cuenta de que no se trata de nosotros.

No tiene que ver contigo ni conmigo. Y eso me incomoda y hace que esta verdad resalte: No existe una forma cómodo de cargar la cruz.

Los que buscan la comodidad y los que cargan la cruz

Tendemos a buscar la comodidad más que cargar con la cruz. Esa es la razón de por qué seguir a Jesús va en contra de nuestras tendencias naturales.

Es como el joven rico que le preguntó a Jesús qué debía hacer para obtener la vida eterna. Jesús le respondió algo como: “Vende todo lo que tienes y dalo a los pobres. Entonces ven y sígueme”. Al final, el joven se alejó porque el costo era muy alto. Esto se debió a que se centró solo en lo que perdería y jamás consideró lo que ganaría.

No somos muy distintos al joven rico. ¿Cuántas veces hemos sido desviados por las cosas que tendríamos que arriesgar o perder, más que por lo que podríamos ganar siguiendo a Jesús? ¿Cuántas veces hemos hecho que sea solo acerca de nosotros y no acerca de Dios?

Ser un discípulo empieza con un amor sacrificial. El amor sacrificial empieza con la humildad. Alguien me dijo una vez que humildad no significa pensar que uno es menos, sino pensar menos en uno.

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Joseph Yoo es autor de When the Saints Go Flying in.  Se mudó de la costa oeste para vivir feliz en Houston, Texas, con su esposa e hijo. Sirve en Mosaic Church, Houston. Visite josephyoo.com.

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