Si te vieras forzado a elegir, ¿elegirías el amor o la equidad?
Desde temprano en la vida, entendemos el concepto de lo que es “equitativo,” o quizá nos damos cuenta de las cosas que son injustas.
Gritamos: ¡eso no es justo! Lo hacemos cuando alguien recibe una porción más grande de postre o cuando nos fuerzan a compartir un juguete que creemos no se debe compartir. Decimos que no es equitativo cuando permiten que alguien haga primero algo que nosotros queremos hacer primero. Tenemos un agudo sentido de lo que es injusto.
Siempre pensé que a medida que los niños crecen, dejamos mayormente de lado este sentido de justo e injusto. Pareciera que fuera una actitud tan infantil el alegar diciendo ¡Eso no es justo!
Pero ocurre que este sentido de lo que es o no es equitativo se mantiene dentro de nosotros. A veces la sensación de que las cosas son injustas es más grande ahora que cuando éramos niños porque ahora están en juego cosas más importantes.
Ya no se trata de que alguien recibió una porción más grande de un pastel literal y físico, sino que otros recibieron una porción más grande del “pastel” financiero de la empresa, cuando ocurre que uno ha trabajado mucho más que ellos, sin mencionar que eso afecta el sustento diario.
En el Evangelio de Mateo, Jesús contó la siguiente historia. Un hacendado va temprano por la mañana para contratar jornaleros para su viña. Ambas partes se ponen de acuerdo en cuanto al pago, y entonces los envía a trabajar a su viña. Después, a media mañana, ve a un grupo de jornaleros parados por ahí y los contrata para que trabajen en su viña, diciéndoles “les pagaré lo que sea justo”. Después, a medio día, contrata a otro grupo, y vuelve a hacer lo mismo a eso de las 3 de la tarde. Al llegar las 5 de la tarde, el hacendado ve a otro grupo de jornaleros pasando el tiempo. Ellos le explican que están allí porque nadie los contrató ese día. Así que, el hacendado los contrata y los envía a su viña.
Cuando llegó el momento de pagarles a todos los jornaleros, el hacendado empezó por el grupo que fue contratado al final, y les entregó su paga. Nadie sabía que era la misma suma que fue ofrecida a los contratados al principio del día. De modo que, el grupo del primer turno empezó a entusiasmarse porque se preguntaron: Si el último grupo ha recibido tanta plata, ¿cuánto más recibiremos nosotros que trabajamos por mucho más tiempo?
Bueno, cuando les llegó su turno de recibir su paga, ocurre que el primer grupo de la mañana recibió la misma suma que los contratados a las 5 de la tarde.
Fue natural que expresaran su disgusto: “Estos que fueron los últimos en ser contratados trabajaron una sola hora —dijeron—, y usted los ha tratado como a nosotros que hemos soportado el peso del trabajo y el calor del día”.
Le pido al lector que lo diga: Eso no es justo.
El hacendado les explica que no ha hecho nada malo. Les pagó lo que acordaron mutuamente. Y añade una pregunta: “¿te da envidia de que yo sea generoso?” (Mateo 20:15).
Pero todavía no es justo
Otra historia nos presenta a Jesús colgado en la cruz entre dos criminales convictos. Uno de los criminales le ruega a Jesús, “acuérdate de mí cuando vengas en tu reino”.
Jesús le responde, “te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso”.
¡Un momento! Aquí está un hombre que hizo lo que le dio la gana ¿y ahora al último minuto, a punto de morir, Jesús le promete el paraíso?
Dígalo conmigo: Eso no es justo.
Todavía hay otra historia más
Se trata de dos hijos y su padre. El hijo más joven le exige a su padre que le entregue la parte de su herencia que le corresponde. En forma inexplicable, el padre le da el dinero, y el hijo se va a tierras lejanas y derrocha su fortuna.
En la miseria, se da cuenta de que estaría viviendo en mejores condiciones si fuera un obrero en la casa de su padre que como un desamparado en país extranjero. Así que, decide regresar a casa de su padre. Cuando el padre lo ve, inexplicablemente se llena de gozo por el regreso de su hijo, así que le hace un gran fiesta de celebración.
El otro hijo se entera que se trata de una fiesta para celebrar el regreso de su hermano, así que se pone furioso. Le dice a su padre: “¡Fíjate cuántos años te he servido sin desobedecer jamás tus órdenes, y ni un cabrito me has dado para celebrar una fiesta con mis amigos! ¡Pero ahora llega ese hijo tuyo, que ha despilfarrado tu fortuna con prostitutas, y tú mandas matar en su honor el ternero más gordo!” (Lucas 15:29-30)
Digamos juntos: Eso no es justo.
La Escritura contiene más historias que levantan esa sensación de “esto no es justo”.
La verdad es que Dios no es equitativo.
Lo cierto es que cuando nosotros hablamos de equidad es porque queremos que la justicia esté a favor nuestro. Quiero que Dios sea justo para mi beneficio personal. Queremos que el mundo sea justo de una manera que nos favorezca a nosotros y a nuestros seres amados.
Pues bien, Dios no es justo, especialmente en la forma en que queremos que lo sea. Más bien, Dios es generoso.
Demos gracias a Dios por ser generoso pero no justo. ¿Quién seguiría en pie si Dios fuese solo justo?
A través de su generosidad, Dios nos extiende su misericordia, gracia, perdón y amor. Dios es irresponsablemente generoso.
Generosidad irresponsable
Dios no sólo extiende su generosidad a nosotros y a la gente que nosotros pensamos la merece, sino que Dios es generosos con todos, incluso con aquellos — y especialmente aquellos— que pensamos no merecen dicha generosidad. Esto nos incomoda. Nos irrita. Nos llena de una sensación de injusticia.
En esos momentos somos confrontados con la misma pregunta que el hacendado hizo a los trabajadores: “¿te da envidia de que yo sea generoso?”
Al parecer, Dios siempre elige el amor sobre la equidad
El hacendado no actuó en base a lo que era equitativo o justo. Actuó con amor. En la cruz Jesús no respondió en base a lo que era justo, sino con amor. El padre respondió a los dos hijos con amor, no con equidad.
A donde sea que nos volvamos, Dios escoge ser generoso en amor. Quizá como seguidores de Jesucristo, deberíamos imaginar el mundo, nuestros puntos de vista y nuestras decisiones, no tanto sobre la base de lo que es justo, sino en base al amor. En lugar de resentirnos por la generosidad de Dios, deberíamos imitarlo.
Joseph Yoo se mudó de la costa oeste para vivir feliz en Houston, Texas, con su esposa e hijo. Sirve en Mosaic Church, Houston. Visite josephyoo.com.