Desafortunadamente, uno de los momentos más definidores de la carrera de Allen Iverson fue su conferencia de prensa acerca de la práctica.
“Aquí estamos sentados –se supone que yo soy el jugador de la franquicia, y aquí hablamos de práctica. Escuchen: hablamos de práctica. No de un juego. No de un juego. No de un juego. Hablamos de práctica. No de un juego. No del juego al cual yo voy para morir por él y jugar cada juego como si fuera el último. No del juego. Hablamos de práctica”.
Sus palabras fueron censuradas como carentes de toda profesionalidad y como algo que adolescentes impresionables no debían haber escuchado.
Por supuesto que la crítica va más profundo que tan sólo apuntar a que Iverson no le dio importancia a la práctica, pero no tenemos tiempo para entrar en detalles.
Todos sabemos que la práctica es importante.
Todos hemos escuchado la expresión “la práctica te llevará a la perfección”.
La práctica nos ayuda a mejorar; nos mantiene consistentes; nos mantiene centrados en lo que queremos lograr. Con la práctica mejoramos nuestro juego. Uno no puede llegar a ser bueno para algo si no pone tiempo y esfuerzo en practicar.
Las tres reglas generales del metodismo son:
- No hagas daño
- Haz el bien
- Mantente amando a Dios
La tercera regla es como una práctica. Uno tiene que invertir tiempo y trabajo y amor en ello; uno tiene que practicar el amar a Dios.
Es como una relación. Uno no puede darla por sentado y esperar que todo siga igual. Las relaciones requieren trabajo; requieren esfuerzo; exigen compromiso; toma tiempo.
Una de las prácticas espirituales en las que me esfuerzo es la oración. Creo firmemente –aunque es discutible– que no hay una forma “correcta” y ortodoxa de orar. Mi trasfondo me hacía mantener un concepto alto de la oración. Creía que la oración debía ocurrir de cierta manera, debía lucir de cierta manera, y debía sentirse de cierta manera. Pero mi hijo cambió mi forma de pensar.
Mi hijo está dentro del espectro autista. Tiene nueve años, pero su lenguaje y habilidades son probablemente como las de un niño de cinco años. Cuando tenía tres años, sólo sabía unas cinco palabras. Mi gran esperanza y meta era simplemente comunicarme con él. No me importaba cómo –solo quería que fuera capaz de hablar conmigo.
Me pregunto si Dios a menudo se siente de la misma forma: A Dios no le importa cómo le hablamos; cuándo le hablamos o qué método usamos para hablarle. Lo único que quiere es que le hablemos. Esto me ayudó a abandonar la forma “correcta” de orar.
Ahora oro mientras camino, lavo los platos, me caliento las manos con una taza de café, mientras espero para que comience una reunión. Pero también pongo aparte un tiempo dedicado a un tiempo de oración, resonando firmemente con Lex Orandi Lex Credendi (esto es, cómo oramos afecta cómo creemos). Lo más importante es que oremos y sigamos orando.
Admito que primero se sentirá como extraño y raro. Esto nos podría a llevar a que paremos. Pero aprender algo nuevo se siente extraño. Tenemos que seguir practicando hasta que se sienta natural.
Otra referencia al baloncesto
Mencionemos el sexto juego de las finales de la Asociación Nacional de Baloncesto del año 2013. La final es entre Heat (Miami) y Spurs (San Antonio). El equipo Spurs dominaba el juego y estaban a punto de ganar el campeonato. Algunos de los fanáticos de Heat se fueron de la arena antes de que terminara el juego para evitar el tráfico después del juego y porque pensaban que habían perdido.
Pero de repente las cosas cambiaron. Ray Allen lanzó una dramática y difícil pelota en el cesto. Lo increíble es que Ray Allen con frecuencia practica ese tiro difícil. Toma la pelota, da un paso atrás y la lanza con un solo movimiento. Allen ha practicado y practicado y practicado ere tiro todo el tiempo. Cuando llegó el momento no se pudo nervioso por lo sombrío de la situación, porque su memoria muscular se hizo cargo de todo e hizo el tiro tal como lo había practicado miles de veces antes.
El punto es este: mientras más lo practicas, más natural se sentirá. La gente que admiro por su fortaleza y espiritualidad –hasta en los momentos más difíciles de sus vidas– es porque han “practicado” la comunión con Dios.
Como ocurre con nuestros amigos –aquellos que nos ayudarían a enterrar un cadáver sin hacer preguntas. Este tipo de relación no surge de un día para otro. Es una realidad porque nos hemos involucrado en sus vidas, porque nos hemos entregado a ellos.
Ve y ora. Escribe un diario de tus oraciones. Practica la oración conectándola a la forma en que inhalamos y exhalamos. Baila tu oración. Camina tu oración. Ora en una excursión. Ora nadando. Ora meditando. Encuentra formas de orar y seguir orando.
Joseph Yoo se mudó de la costa oeste para vivir feliz en Houston, Texas, con su esposa e hijo. Sirve en Mosaic Church, Houston. Visite josephyoo.com.