Nuestro mundo natural es el resultado de un genio creativo. Tenemos la responsabilidad de cuidar la expresión creativa que nos rodea. Al hacerlo aprenderemos más acerca del creador y nosotros mismos.
Cuando tenía cuatro años, el automóvil de mi mamá se echó a perder a solo una milla de la casa. Entramos a una tienda para llamar a mi papá (no había celulares) y regresamos con una bolsa marrón (pre-plástico). Al caminar a casa, recogimos la basura que encontramos en la calle. Al recolectar la basura, me sentí confundida: ¿Por qué había basura alrededor de los hermosos árboles? ¿Cómo llegó allí?
De niña, pasaba mucho tiempo al aire libre. Me subía a los árboles, comí madreselvas, corrí por los arroyos y me escondí mientras le gritaba a los niños que disparaban a los pájaros. Más que saberlo, lo sentía. Había algo mágico en la creación que estaba a mi alrededor.
Crecer en la iglesia aprendiendo de la palabra de Dios fue algo placentero pero también confuso. En la iglesia aprendía que Dios creó todas las cosas. ¡Esa era LA RAZÓN de por qué eran tan lindo estar al aire libre! Pero también me sentía confundida. Hablábamos de amar la creación y, sin embargo, no se hacía casi nada para realmente cuidar de la creación de Dios. Mis preguntas sobre el tema durante la Escuela Dominical no eran muy populares, así que dejé de preguntar.
Pasaron como veinte años y leí el libro Serving God, Saving the Plant, escrito por el Dr. Matthew Sleeth. Casi me puse a llorar cuando lo leí. Por un lado, me sentí tan desahogada. Siempre amé estar al aire libre. Siempre sentí a Dios mientras estaba afuera. Siempre me iba afuera para pensar en mis problemas y orar.
Por otro lado, quería llorar porque por tanto años había confiado que los adultos sabrían más que yo, pero de alguna forma se habían olvidado de que Dios los llamaba a cuidar de la creación. Así que, me puse a buscar por mí misma en la Biblia.
¿Deben los cristianos cuidar del medio ambiente?
¿Tienen los cristianos la responsabilidad de cuidar de la creación de Dios? ¡Claro que sí! El Libro de Génesis nos ha entregado esa responsabilidad. Es nuestro deber cuidar de la tierra y administrarla sabiamente.
Además, Jesús nos mandó amar a Dios y al prójimo. Una forma de amar a Dios es amar lo que Dios ama. Sabemos que Dios ama la creación. La llama “buena” muchas veces (Génesis 1:4, 10, 12, 18, 21, 25). Si amamos a nuestro prójimo deberíamos asegurar que todos tengan acceso a agua, aire y tierra limpia.
Cuando empecé a estudiar la Biblia, me encontré con una historia acerca de la escasez de recursos y sostenibilidad. Abraham y su sobrino Lot viajaban juntos con todo lo que poseían, familia, esclavos y ganado. Los esclavos de Abraham y Lot empezaron a pelear. ¿Por qué peleaban? Peleaban por agua, espacio, vegetación y comida. Abraham no quería que hubiese riñas, de modo que él y su sobrino decidieron separarse.
Como había mucha tierra, la separación era una solución viable. Hoy ya no es posible. Los americanos sólo son el cinco por ciento de la población mundial y, sin embargo, si el mundo consumiese la misma cantidad de cosas que los americanos consumen, necesitaríamos tres planetas para poder sostener a todo el mundo.
También aprendí que cuidar del medio ambiente no era sólo un asunto político, sino que era un asunto bíblico y espiritual. Mi sorpresa vino durante mi maestría en una clase de biomimetismo. El biomimestismo busca diseñar cosas imitando a la naturaleza. Empecé a sentir una admiración que jamás había sentido. La clase me llevó de tan solo observar la naturaleza hasta analizar sus sistemas y funciones. Dios creó esos sistemas y funciones.
Por ejemplo, tomemos los árboles. En contra de la fuerza de la gravedad, tienen un sistema que transporta el agua de las raíces hasta el tronco y ramas. Los árboles usan el sol para producir energía. Algunos árboles producen un olor para avisar a otros árboles acerca de insectos que se comen las hojas. Al recibir el mensaje, los otros árboles producen una toxina en sus hojas, de modo que cuando los insectos le dan una mordida a la hoja, no les gusta y se van. Esto es la expresión de un genio creativo. ¡Cómo me hubiera gustado ver la conexión entre mi fe y la ciencia durante mis primeros años de escuela!
¿Qué podemos hacer para vivir en una forma sostenible?
El estudiar acerca del biomimetismo y la Biblia abrió mis ojos y profundizó mi fe. Esto afectó mi vida, la hizo diferente. Todavía soy una obra en progreso, pero aquí comparto seis prácticas que encuentro beneficiosas y espirituales. No son originales, pero son fáciles de recordar. Quizá ya conoces tres de ellas.
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Primero, RECHAZA. Si no lo necesitas, no lo compres. Si no lo necesitas, no lo tomes. Esto incluye la comida.
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Segundo, si no puedes rechazar, entonces REDUCE. Reduce la cantidad que necesitas.
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Tercero, si no puedes rechazar o reducir, entonces REUSA.
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Cuarto, si no puedes rechazar, reducir o reusar, entonces RECICLA. El reciclar es muy popular, pero es algo que requiere energía. Piensa que dicho proceso requiere transporte, energía y agua.
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Quinto, si no puedes rechazar, reducir, reusar o reciclar, entonces PUDRE, porque pudrir es el proceso por el cual creamos abono.
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El sexto punto es muy especial: DESCANSA. Esto no depende de otros. Cada semana, descansa. Cuando descansamos, no estamos manejando un vehículo ni participamos en asuntos comerciales. Probablemente será placentero gastar tiempo al aire libre. Para los cristianos, esto incluye pasar tiempo con la Palabra de Dios y la creación de Dios.
El vivir una vida buena para el medio ambiente es la forma de responder a un creador que nos ama. Hoy en día cuando recojo la basura de la calle, sé que es una forma práctica de amar a Dios y a mi prójimo. Es una práctica espiritual que me hace disfrutar de un poco del cielo aquí en la tierra.
Heather Bennett es directora ejecutiva de Blessed Earth Tennessee. La misión de esta organización es inspirar y equipar a los cristianos a que sean mejores mayordomos de la tierra. Heather adquirió una maestría en sustentabilidad de la Universidad Lipscomb, en 2014. Está casada con el Rev. Ryan Bennett, pastor de la Primera Iglesia Metodista de Lebanon, en Tenn., y tienen un hijo de ocho años.
[Publicado 13 de abril, 2018]