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Mirando como Dios mira

Allí estaba Jesús comiendo y reposando como siempre lo hacía. Pero esta vez no estaba con los pecadores sino que con los religiosos. Simón, un fariseo, lo invitó porque quería saber de primera mano quién era exactamente este Jesús de Nazaret. Simón había escuchado muchos rumores acerca de Jesús.

Piensa en la peor cosa, en lo más embarazoso que podría ocurrir en una fiesta que hayas has organizado.

Simón ni siquiera pudo haberse imaginado que algo así ocurriría: la prostituta de la ciudad se metió en su fiesta, abriéndose paso para llegar a Jesús.  ¿Cuán grandes podrían ser las repercusiones sociales?

  • Primero, no se permitía que las mujeres estuviesen presentes en reuniones de hombres. Pero allí estaba esta mujer irrumpiendo en una reunión de hombres.

  • Segundo, era una mujer impura. Todos sabían su reputación. Seamos realistas, en la habitación podría haber habido algunos que usaron sus servicios. No sólo estaban indignados de que una mujer interrumpiese su reunión, sino que podrían ser delatados. No sabían por qué interrumpió la fiesta. Quizá quería derribarlos creando un terremoto social.

  • Tercero, soltó su cabello. Quizá hoy no haya ningún problema con eso, pero una mujer sólo podía soltar su cabello en privado, nunca en público. Los hombres deben haber estado tremendamente incómodos. Era como entrar sin saberlo en una populosa playa nudista y no saber qué hacer o dónde mirar.

  • De repente ella saca una botella de perfume. Una vez me dijeron que poseer uno de esos frascos era como tener una pensión de jubilación asegurada. El frasco costaría el salario de todo un año, unos $30,000 dólares hoy en día. La mujer saca el frasco de este costoso perfume y lo derrama en los pies de Jesús. ¡Qué malgasto! Tanto dinero gastado, ¿para qué?

 Simón había perdido todo control en su fiesta. La mujer no bienvenida convirtió todo en un chiste de mal gusto. 

A Simón le cayó mal la total carencia de modales que tenía esta mujer. Todo esto se agravaba por el hecho de que ella era ese tipo de mujer. Presenció su repugnante conducta y la desfachatez de tocar al así llamado rabino. “Si este hombre fuese profeta”, dijo Simón, “sabría quién es la que lo está tocando, y qué clase de mujer ella es: una pecadora”.

Jesús sabía que Simón estaba disgustado, pero también sabía por qué. Así que Jesús contó una historia: “Dos hombres le debían dinero a cierto prestamista. Uno le debía quinientas monedas de plata, y el otro cincuenta. Como no tenían con qué pagarle, les perdonó la deuda a los dos. Ahora bien, ¿cuál de los dos lo amará más? (Lc. 7:41-42 NVI).

Simón contestó: “Supongo que aquel a quien más le perdonó”.

Jesús le dijo: “Has juzgado bien”.

Entonces Jesús le preguntó a Simón una de las más importantes preguntas de la Biblia: “¿Ves a esta mujer?”

Porque Simón no vio a la mujer, ni tampoco podía hacerlo.

Todo lo que veía era lo que ella era y lo que hacía para vivir, pero no quien era.

No pudo ver qué factores la llevaron a esa vida. Sus padres podrían haberla vendida como esclava cuando era niña, lo cual estaba permitido por la ley. Quizá quedó viuda sin tener otros hombres en la familia, lo que significaba quedar desposeída en una sociedad en la que la mujer no podía tener propiedad y cuyo sustento estaba atado a la presencia del varón.

Simón no podía verla. Sólo veía sus acciones.

Pero Jesús la vio. La vio como una hija amada de Dios.

No tenemos idea de lo que pasó entre Jesús y esta mujer antes de este encuentro en casa de Simón. Pero lo haya sido cambió su vida y la cambió a ella. Tanto así que sacrificó su plan de jubilación a favor de Jesús. Quizá Jesús la hizo sentir como un ser humano por primera vez en su vida, algo que Jesús hacía a menudo. Quizá ella pudo ver su propia identidad en la amorosa mirada de Jesús, no como pecadora sino como hija de Dios. Quizá Jesús la llamó de vuelta a casa, de vuelta a lo que ella estaba destinada para ser.

La mejor religión nos enseña a ver las cosas como Dios las ve. La buena religión consiste en ver correctamente, ver como Dios. Pero todos somos como Simón, ¿cierto que sí? Algunas veces usamos la religión para ver lo que queremos ver porque podría ser muy duro ver como Dios ve.

Es más fácil deshumanizar, menospreciar y excluir.

Pero Jesús nos pregunta: “¿Qué es lo que ves?” ¿Ves la humanidad de tu prójimo? ¿Ves que todos están creados a la imagen de Dios? ¿Ves que no depende de ti quién es amado por Dios?

¿Puedes ver lo que podrían llegar a ser y no lo que han hecho?

Jesús nos ayuda a ver.

La Santa Cena nos ayuda a ver.

Tomamos la Comunión porque Cristo nos invita a su mesa. Pero la invitación se extiende a todos, no tan sólo a quienes nos gustaría que participaran en la comunión con nosotros, sino a quienes Dios quiere en la comunión. Así que, la comunión cambia la forma en que nos vemos unos a otros. Requiere que veamos a los demás como gente que Dios quiere. Dios quiere su compañía tanto como quiere mi compañía.

Richard Rohr afirma que lo que hace a alguien un buen cristiano no es lo que saben o cuántos versículos han memorizado. No es cuán a menudo oran, ni con cuánta frecuencia van a la iglesia. No es cuánto ofrendan o cuántas veces hacen de voluntarios. No me mal entiendan, todo eso es importante.

Pero lo que hace a alguien un buen cristiano es su habilidad de ver a Cristo en todo y en cada uno.

Cómo ves es lo que ves.

¿Cómo ves el mundo?


Joseph Yoo se mudó de la costa oeste para vivir en Houston, Texas, con su esposa e hijo. Sirve en Mosaic Church in Houston. Para más información, visite josephyoo.com

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