Michelle Maldonado visitó Puerto Rico casi un año después de que el huracán María devastara la isla. Quedó inspirada por la comunidad que encontró en Puerto Rico y fue desafiada por todo lo que todavía falta por hacer. Este es el diario de su visita.
Un árbol que cayó durante la tormenta en un área popular del antiguo San Juan. La bandera de Puerto Rico fue pintada sobre él. Foto por Michelle Maldonado.
Cuando mi avión empezó a descender para aterrizar en el Aeropuerto Internacional Luis Muñoz Marín, en San Juan, escuché que los pasajeros suspiraban y comentaban que había tantos “techos azules” abajo. Miré por mi ventana y, cierto, había miles de lonas azules sobre los techos de las casas hasta tan lejos como nuestros ojos podían ver a la altura que viajábamos. Me entristecí. Si el área metropolitana tenía tantos techos azules después de once meses de ocurrido el huracán, esto significaba que el área rural, donde vive mi familia, estaría peor de lo que imaginaba.
Descendiendo sobre el Aeropuerto Internacional Luis Muñoz Marín, en San Juan, Puerto Rico. Foto por Michelle Maldonado.
El 20 de septiembre de 2017, el huracán María golpeó la isla de Puerto Rico como una tormenta categoría 5. Oficialmente, los peores vientos registrados en la isla llegaron a 175 millas por hora. Algunos locales dijeron que en las montañas los vientos llegaron a 200MPH. Bromeando hablan de María como el huracán categoría 6.
En las semanas y meses que siguieron a la tormenta, Puerto Rico experimentó escenas que parecían sacadas de una película apocalíptica. No había agua, comida, electricidad, líneas telefónicas, torres para teléfonos celulares o servicio de internet. Lo más terrible era que casi no había servicio de emergencia. El sistema médico había colapsado y la ayuda no llegaba lo suficientemente rápido. Esta tormenta siguió poco después del huracán Irma que había causado devastación en el lado norte de la isla sólo dos semanas antes.
Los líderes de la Iglesia Metodista de Puerto Rico, lo mismo que la gente del lugar con la que hablé, dijeron que la isla lucía como si hubiese sido el blanco de un ataque nuclear. Lo que normalmente era una exuberante isla tropical fue despojada por los fuertes vientos de toda su verde belleza. Las estructuras de madera desaparecieron y las estructuras de cemento fueron volcadas. Tomaron muchos días para que la gente pudiese despejar los caminos.
Los altos vientos destrozaron la vegetación dejando árboles desnudos. Foto por Gustavo Vásquez.
Casi un año después, el medio ambiente se ha recobrado, aunque la naturaleza y la infraestructura todavía mantienen vestigios de que algo terrible ocurrió.
Árboles secos sobresalen entre la hierba y la vegetación que se recuperan. Foto por Michelle Maldonado.
A mediados de agosto de 2018, en el continente de los Estados Unidos se informó de que la electricidad había sido restaurada para todos en la isla, pero la gente del lugar sabe que esto no es verdad. La Iglesia Metodista Unida de Puerto Rico ha identificado muchas comunidades del interior y en las pequeñas islas de Vieques y Culebra que todavía no tienen electricidad.
Viajé al interior, arriba en las montañas, donde vive mi familia, y encontré áreas sin electricidad. El huracán María también causó inundaciones en toda la isla, tanto en la costa como en el interior. Muchos vecindarios cerca del mar fueron completamente sumergidos en el agua. Otros vecindarios sufrieron una erosión masiva al llegar las aguas.
Una casa de la costa de Manatí se desplomó cuando las aguas minaron su fundación. Foto por Michelle Maldonado.
Los puentes y carreteras que fueron arrasados por la tormenta hace once meses todavía no han sido reparados o sólo tienen puentes temporales de hierro para el tránsito de vehículos livianos. Las carreteras están llenas de letreros oficiales de las municipalidades advirtiendo del peligro que viene más adelante o de letreros improvisados pintados por residentes para dirigir el tráfico en otra dirección.
Un puente que conecta un vecindario de la costa fue arrasado cuando el nivel del mar subió durante el huracán María. Foto por Michelle Maldonado.
Cuánta gente ha muerto por el huracán María es un asunto que se sigue debatiendo. Originalmente se calculó que murieron 15 personas. Después la cifra subió a 64. Los portorriqueños impugnaron estos números diciendo que hubo miles de muertos. Los estudios de diferentes universidades y organizaciones han arrojado una cifra no oficial de unos 1,427 muertos. Pero dichos números fueron recibidos con incredulidad. Los líderes de la Iglesia Metodista de Puerto Rico afirman que el número, más bien, sobrepasa las 3,000 personas muertas, en base a lo que han visto y escuchado al lidiar con la tragedia.
La gente rural comentó que no había nadie que recogiese los cuerpos muertos de sus seres queridos. Las morgues y las casas funerarias estaban llenas al máximo, funcionando con generadores o no tenían electricidad. Los seres queridos fueron enterrados en el patio de las casas porque no había otra opción. Al incrementarse el número de muertos, algunos lugares se las arreglaron para conseguir varios camiones con sistema de refrigeración para conservar todos los cuerpos posibles.
Foto por Michelle Maldonado.
La reconstrucción, Rehace y UMCOR
Hablé con detención con los metodistas unidos que llegaron de los Estados Unidos para ayudar a la Iglesia Metodista de Puerto Rico a reconstruir las comunidades del país. Debo aclarar que la Iglesia Metodista Unida (UMC) y la Iglesia Metodista de Puerto Rico (IMPR) son dos entidades diferentes pero con conexiones históricas, y que continúan apoyándose.
La Iglesia Metodista Unida tiene un grupo llamado UMCOR (Comité de Ayuda Metodista Unido). UMCOR viaja por todo el mundo brindando ayuda a comunidades que han sufrido desastres naturales. Se les conoce bien por su famoso programa “baldes para inundaciones” y por ser los primeros en llegar a un lugar devastado y los últimos en retirarse cuando todos se han recuperado.
Un número de los baldes para inundaciones de UMCOR en el centro de distribución, listos para ser enviados donde se necesiten. Foto por Michelle Maldonado.
La Iglesia Metodista de Puerto Rico y UMCOR se asociaron después del huracán María para crear la iniciativa Rehace. En el contexto del huracán María, Rehace tiene la meta de reconstruir casas, pero lo más importante es que ayudan a que las familias sobrevivan los efectos haber sufrido un desastre natural devastador.
Las oficinas de Rehace y la Iglesia Metodista de Puerto Rico se encuentran en Rio Piedras, Puerto Rico. Foto por Michelle Maldonado.
A las familias que entran a Rehace se les asigna un asistente social que las ayuda a recibir ayuda del gobierno, asistencia médica, un equipo de construcción, así como ayuda espiritual.
Nilsa Median tiene una casa de dos pisos en la ciudad de Hatillo, ciudad costera en el lado centro-norte de Puerto Rico. Esta área fue devastada cuando la tormenta dejaba la isla. Nilsa vive en el primer piso con su hija y nieto. El primer piso fue construido de cemento y pudo resistir la tormenta con pocos daños. En el segundo piso vive su madre. La tormenta destruyó el segundo piso hecho de madera.
El segundo piso de la casa de Nilsa fue destruido por la tormenta. Foto por Michelle Maldonado.
Nilsa asiste a la Iglesia Metodista Betel en Hatillo, y fue capaz de recibir asistencia. Rehace ha insistido en comunicar a la gente que cualquier persona que necesite ayuda, sea metodista o no, la recibirá. Misioneros de las conferencias de la IMU vinieron a Puerto Rico para reconstruir el segundo piso. En cuanto a esta casa en particular, los voluntarios vinieron de Virginia y Carolina del Norte.
Foto por Michelle Maldonado.
Puesto que Puerto Rico es una isla en medio de las aguas del Caribe, donde se forman los huracanes, Rehace está reconstruyendo las casas de cemento y ladrillos de cemento. Los meteorólogos han predicho más tormentas para el año 2018. De modo que, Rehace, los misioneros y los equipos de construcción experimentan la presión de querer proveer de casas firmes antes de que la siguiente tormenta se haga presente.
Foto por Michelle Maldonado.
La Iglesia Metodista de Puerto Rico empezó un centro de distribución en la Iglesia Metodista Puerto Nuevo, en Rio Piedras. Aquí se almacena ropa, artículos de aseo, comida, así como productos para el cuidado de bebés y ancianos. En este lugar se empaquetan bolsas de comida y artículos de primera necesidad para ser enviados en un vehículo de la iglesia para su distribución en los vecindarios que no todavía no han recibido ayuda.
En la Iglesia Metodista Puerto Nuevo, bolsas que fueron llenas de comida y artículos de primera necesidad para ser distribuidos en los vecindarios. Foto por Rev. Virna Solis.
Al presente, este centro está almacenando artículos y comida para la siguiente temporada de huracanes, a la vez que envía comida, artículos de aseo e incluso muebles a las familias en proceso de reconstruir sus hogares.
Cada cuarto del centro está completamente lleno de suministros y comida. Foto por Michelle Maldonado.
Resiliencia
Ya ha pasado más de un año que los huracanes Irma y María devastaron Puerto Rico. Más de medio millón de portorriqueños han abandonado la isla para restablecerse principalmente en el centro de Florida, así como en el área de Nueva York y Chicago. Quienes han permanecido tienen que lidiar con un desastre natural sin precedentes, una economía en crisis y un gobierno defectuoso. A pesar de todo, mantienen el espíritu y la determinación de reconstruir. Las banderas ondean alto y con orgullo por toda la isla.
Los negocios tienen letreros que dicen “Ya estamos abiertos. Puerto Rico se levanta”. En todas partes uno puede ver el hashtag #PuertoRicoSeLevanta que pintan con atomizadores.
Los portorriqueños son gente muy orgullosa. Tienen mucho orgullo de su isla tropical y su belleza natural. La devastación rompió el corazón de muchos en la isla y en el continente. “Puerto Rico se levanta” no sólo se refiere a su gente, sino que apunta también al medio ambiente. Su naturaleza sin duda se levanta. Las montañas vuelven a estar verdes, las aguas toman su tono turquesa y los animales vuelven.
Foto por Michelle Maldonado.
La usencia de medio millón de gente que se fue, junto con los miles que murieron, se deja notar en las iglesias, escuelas, tráfico y el área metropolitana. Durante mi tiempo en Puerto Rico, mi familia me contó horribles historias. La gente y los líderes de la iglesia también me hablaron de lo que experimentaron después de la tormenta. Pero también escuché historias de cómo vecinos que nunca se habían conocido se ayudaron unos a otros a sobrevivir. Familias alejadas se volvieron a juntar. Muchas veces escuché que la Navidad que vino después de la tormenta fue la mejor Navidad en mucho tiempo, a pesar de no tener agua o electricidad. La gente está feliz de estar viva y agradecidos de tener a sus familias. Algunas familias perdieron a seres queridos, como ocurrió con mi familia, pero esto ha solidificado las relaciones familiares. Los portorriqueños han llegado a apreciar más a sus familias y su comunidad durante un período en el que el individualismo había invadido la cultura. Ahora hay una cultura de perseverancia y unidad, en la cual el sufrimiento se alivia encontrando el lado positivo y alegre de las desgracias, así como esforzándose uno con su familia. Todo esto alivia la carga de ser una isla y gente colonizada.
La reconstrucción de Puerto Rico es un esfuerzo que llevará muchos años. Si usted se siente llamado a hacer algo, incluso un años después de la tormenta, no es tarde. Hay muchas oportunidades para los voluntarios a través de UMCOR y Rehace. Si usted no tiene la capacidad de realizar labores físicas, no puede dejar la universidad o el trabajo, haga una donación al fondo UMCOR’s U.S.Disaster Response. UMCOR y Rehace usan estos fondos para comprar materiales de construcción, suministros para emergencias y otros gastos.
#PuertoRicoSeLevanta así como el sol se levanta cada día en la isla del encanto.
Foto por Michelle Maldonado.
Michelle Maldonado es Directora de Seeker Communications at United Methodist Communications.
[Publicado 19 de septiembre 2018]