El camino de mi llamamiento

¿Qué quieres llegar a ser cuando crezcas? ¿Cuál es tu llamado? ¿Qué significa para ti el llamamiento y qué vas a hacer con él?

Mucha gente se enfrenta con estas preguntas y, por cierto que, esto no se limita a los adolescentes. Mis propias experiencias educacionales y profesionales se juntaron en una dirección que empezó años atrás con un llamamiento al ministerio ordenado. Este llamamiento no fue un camino derecho o predecible. Sospecho que tampoco lo es para mucha gente.

¿QUÉ ES EL LLAMAMIENTO?

Hay muchos libros y exposiciones en cuanto a cómo descubrir y vivir nuestro llamado. A menudo este término se asocia con un llamamiento al ministerio ordenado, como el que yo descubrí y todavía practico. No obstante, el llamamiento no tiene por qué limitarse al clero o a los empleados de la iglesia. Al contrario, se extiende a toda la gente en cualquiera sea la manera en que disciernen ese impulso de Dios en sus corazones y vidas.

Mi llamamiento es un proceso que al principio no fue agradable, hasta que leí la idea de Kathleen Cahalan de que el llamamiento “es un verbo”[1]  en su libro The Stories We Live: Finding God’s Calling All Around Us. Nuestro llamamiento está siempre en acción, dándonos permiso para adoptar dos perspectivas al parecer contradictorias respecto a la claridad del llamamiento y la incertidumbre de lo que ocurrirá cuando vivimos dicho llamado. Cahalan le pide a sus lectores que consideren “tres experiencias o imágenes para las formas en que Dios nos llama: el plan, el peregrinaje y ese momento sorpresa”.[2] 

En otras palabras,

  • ¿Cuál es tu plan o qué metas tienes en tu llamamiento?

  • ¿Qué viaje emprenderás?

  • ¿Qué virajes sorprendentes descubrirás en el camino?

Para mí, la enseñanza, el escribir y el ministerio han emergido claramente. He sido llamado a encontrar formas de servir en estas tres áreas que se cruzan en el camino. Este momento sorpresa emergió cuando estaba en el seminario y también más adelante, acompañado de largos períodos de discernimiento a través de la oración, el estudio, la reflexión y las conversaciones con una variedad de líderes, amigos y mentores de la iglesia.

¿A quién puedes acudir para descubrir tu llamado y vivirlo? A la vez, ¿cómo podrías ser tú esa persona que ayude a otro a descubrirlo?

Me consterna la gente que escribe o habla mucho de la idea de “un plan”, o hasta de “EL plan”. Pero lo que dice Cahalan acerca de este plan lo encuentro convincente y consolador: “Quizá una manera más útil sería afirmar que Dios no te crea con una vocación (un solo plan que Dios ha hecho), sino con la capacidad para tener vocaciones (la habilidad de involucrarte en diálogo con Dios y otros para crear un plan para tu vida). La vocación llega a ser un acto creativo, algo que creamos con Dios y otros, único para cada uno”. [3]  Esta noción de ser co-creadores me recuerda de mis propios estudios teológicos y evolución en pensamiento y discernimiento en tanto que vivo este llamamiento siempre revelador. Mientras que nuestro llamamiento se despliega, se nos pide tomar acción ya que “el camino se hace camino al andar”,[4] lo que podría revelar muchas vocaciones y expresiones.

Mi camino empezó a tener muchas más curvas de lo que originalmente anticipé. A causa de la recesión económica de 2008-2009, perdí mi trabajo como instructor de una universidad. Quedé desubicado, obstaculizado, deprimido y confundido. Pasé tiempo luchando por encontrar empleo, un sentido de identidad y discernimiento para el futuro. Planté árboles y plantas en la casa que compramos meses antes de perder mi trabajo. A los veinticinco años pensé que mi vida había tomado una dirección clara, pero el camino se llenó de baches al perder mi trabajo, lo que me hizo perder dirección, identidad, finanzas y relaciones.

El camino se abrió para responder a un llamamiento que había identificado pero que había ignorado por años: el ministerio ordenado. Cahalan habla de llamamientos “pluralistas”,[5] lo cual me ha ayudado a afirmarme, pues la noción de la narración de historias me ayuda a considerar que mi papel es el de contador de historias y el de defensor de aquellos que quieren contar sus historias, y cómo todos podemos ser también “administradores de las historias de Dios”.[6] Tal declaración me permite encontrar una intersección entre los tres campos de experiencia que tengo: enseñanza, escribir y ministerio, mientras sigo el camino para ser ordenado diácono de la Iglesia Metodista Unida.

El tener un llamamiento –incluso el llamamiento de Dios– no significa entrar en un ministerio vocacional o profesional, sea como clero o empleado de la iglesia. Más bien, el tener un llamamiento de Dios es algo que se extiende a cada uno de nosotros en muchas formas. El llamamiento nos da la opción de responder y seguir hacia adelante. Como lo dijo J.R.R. Tolkien en su The Fellowship of the Ring, “no todos los que divagan están perdidos”. En los últimos años, pasé por varias divagaciones –mental, emocional, relacional y espiritualmente. En este tiempo de convalecencia, discernimiento y caminar el camino, he emergido con mejor sentido de lo que es ser llamado al ministerio.

Quizá tú también encuentres el camino por medio de caminar los senderos mientras que tu llamamiento continúa revelándose.


Scott Klepach Jr. es capellán de un hospital y pastor local licenciado de la Conferencia Noroeste de la Iglesia Metodista Unida, donde sirve como convocante de comunicaciones de la conferencia. Además, Klepach tiene una Maestría en Arte (inglés) y una Maestría en Divinidad, y ha enseñado inglés en varias instituciones de enseñanza superior. Le gusta correr, escribir, estudiar y pasar tiempo con sus dos hijas, Elise y Liam, y su esposo Mack.

 

 

[1] Kathleen A. Cahalan, The Stories We Live: Finding God’s Calling All Around Us, (Grand Rapids, Michigan: William B. Eerdmans Company, 2017), xi.

[2] Cahalan, 2.

[3] Cahalan, 5.

[4] Cahalan, 6.

[5] Cahalan, 11.

[6] Cahalan, 20.

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