Nuestra herencia wesleyana

Énfasis distintivos

El metodismo nació por el deseo de Juan Wesley, de su hermano Carlos y de otros de madurar como discípulos de Jesucristo. Juntos fueron en pos de la “santidad de vida y corazón”, que Wesley describió como un “amor universal que llena el corazón y rige la vida” (Consejos a un Pueblo Llamado Metodista). El énfasis por partida doble en qué creemos y en cómo vivimos es fundamental para el metodismo unido actualmente.

Gracia

Las Escrituras enseñan que somos incapaces de alcanzar la santidad por nuestros propios medios. En vez de ello, la recibimos como un don a raíz del gran amor que Dios siente por cada uno de nosotros. Los cristianos usamos la palabra gracia para describir el don por el que Dios hace por nosotros lo que no podemos hacer por nosotros mismos. Lee más en El Libro de Disciplina.

Wesley enseñó que la gracia de Dios está con cada uno de nosotros a lo largo de nuestra vida. Por la gracia, Dios nos prepara, nos justifica y luego nos sigue madurando como seguidores de Jesucristo.

La Gracia Preveniente nos prepara

Wesley enseñó que Dios nos ama a todos y nos invita a llevar una buena relación con Él. Ya que somos incapaces de lograr esto por nosotros mismos, Dios prepara nuestros corazones y mentes para aceptar la invitación de Jesús de seguirlo antes de que siquiera estemos conscientes de ello. Como dice la Biblia: “Pero Dios demuestra su amor por nosotros en esto: en que cuando todavía éramos pecadores, Cristo murió por nosotros” (Romanos 5:8).

Por la gracia de Dios reconocemos nuestro quebranto, anhelamos algo más y aprendemos de los cristianos que nos muestran el amor de Dios de palabra y ejemplo. Wesley llamó a esto gracia preveniente, que simplemente significa la gracia que “viene antes” de conocer o amar a Dios.

La Gracia Justificadora nos restaura

La Biblia enseña: “Porque por gracia ustedes han sido salvados mediante la fe” (Efesios 2:8). Esto significa que la salvación no es algo que merecemos u obtenemos, sino que es algo que Dios ha hecho por nosotros por medio de la vida, muerte y resurrección de Jesucristo.

Cuando reconocemos nuestra naturaleza pecaminosa (que Wesley enseñó que sucede por la “gracia convencedora” de Dios) y nos arrepentimos, recibimos el perdón de Dios y somos llamados a llevar una nueva vida siguiendo a Jesús mediante el amor a Dios y al prójimo. Recibimos este don a partir de lo que Wesley llamó la gracia justificadora de Dios, porque somos “reconciliados” con Dios. Nuestra relación queda restaurada.

La Gracia Santificadora nos madura

El momento de la justificación es el inicio de un trayecto maravilloso con Jesús hacia la santidad de vida y corazón. A medida que participamos en la obra de Dios en el mundo mediante actos de piedad, como adoración y oración, y actos de misericordia como servir a otros y obtener justicia para el prójimo, nos ponemos a disposición de Dios, quien nos forma a la imagen de Jesús.

Wesley  decía a veces que Dios nos “perfecciona” por medio de su gracia, pero jamás quiso decir que nunca cometeríamos errores. En vez de ello, Wesley enseñó que, por la gracia de Dios, dejaríamos de pecar intencionalmente cuando fuéramos hechos perfectos en nuestro amor por Dios y por el prójimo. No queremos perjudicar ninguna de esas relaciones. 

Este proceso, que hoy podríamos llamar crecimiento espiritual, no es algo que hagamos por nosotros mismos. En lugar de ello, es Dios quien obra amorosamente en nosotros y por nosotros. Wesley lo llamó gracia santificadora: la gracia por la que Dios nos santifica de vida y corazón.

Vivir nuestra fe

Siguiendo esta enseñanza, los metodistas unidos creemos que nuestra fe se demuestra por la forma en que vivimos. Jesús usó la metáfora de un árbol. Enseñó que: “Todo árbol bueno da fruto bueno... Así que por sus frutos los conocerán” (Mateo 7:15-20). El Evangelio de Santiago afirma igualmente que: “Así también la fe por sí sola, si no tiene obras, está muerta” (Santiago 2:17).

Wesley ofreció a los primeros metodistas tres Reglas Generales para ayudarnos a vivir nuestra fe. No hacer daño es la primera regla, seguida por hacer el bien. La regla final es respetar “todos los decretos de Dios”, que Wesley explica que son cosas tales como la adoración, la oración y el ayuno.

Hoy en día, los metodistas unidos también tienen La Regla General del Discipulado estipulada en el Libro de Disciplina: “Dar testimonio de Jesucristo en el mundo y seguir sus enseñanzas mediante actos de compasión, justicia, adoración y devoción bajo la guía del Espíritu Santo” (2016 ¶1117.2). Hacemos todo esto como cristianos individualmente, como congregaciones y como una denominación conectada a nivel mundial, no para obtener algo de Dios, sino para participar en la obra continua de Dios en el mundo, en nuestras vidas y en las vidas de los demás.

Cuidados y misión de la Iglesia

Nuestra búsqueda de la santidad de vida y corazón es algo que se espera que hagamos juntos. Para Juan Wesley, no había cosa tal como una “religión solitaria”. “El Evangelio de Cristo no conoce una religión que no sea social, una santidad que no sea una santidad social”, escribió él. En otras palabras, nuestra fe no es privada. Se debe vivir y compartir.

Los primeros metodistas vivían esta idea de la fe abriendo escuelas, alimentando al hambriento, curando a quienes no podían pagar un médico, alzando la voz contra la esclavitud y muchas otras cosas más. Hoy los metodistas unidos se mantienen conectados no solo con la gente de sus congregaciones y grupos pequeños, sino también con una iglesia de millones de personas por todo el mundo. Juntos, le hablamos a la gente de Jesúsprotegemos la salud de las personasayudamos a las víctimas de desastresabogamos por los marginadoscuidamos los unos de los otros con amor.

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