Por Héctor Burgos
En la medida que nos vamos adentrando en los últimos meses del año, mucha gente comienza a planificar cómo celebrarán las fiestas navideñas. Algunos se preguntan dónde pasarán la Noche Buena y el día de Navidad. Otros cómo van a decorar sus casas o qué regalos comprarán. Durante este mismo tiempo, los cristianos alrededor del mundo nos preparamos para celebrar el nacimiento de Jesús, el Mesías. La época de Adviento, que significa "llegada" y precede a la Navidad y la Epifanía, nos provee de una oportunidad muy especial para renovarnos y prepararnos para recibir al Cristo y celebrar su presencia en nuestro medio.
La mayoría estamos bastante familiarizados con los acontecimientos que la Biblia menciona sobre el nacimiento de Jesús. Conocemos las profecías sobre su nacimiento, el anuncio del ángel a María y a José, el censo, el pesebre, los pastores, el niño envuelto en un pesebre y la visita de los Sabios de Oriente; éstos son todos eventos importantes y conocidos en la tradición cristiana.
Sin embargo, el Evangelio según Mateo nos relata un momento en la vida de Jesús que pocas veces escuchamos en nuestras iglesias durante la Navidad, a pesar de que dicho relato es sumamente pertinente para el pueblo cristiano de hoy.
Mateo 2:13-18 nos relata que, luego del nacimiento de Jesús, el rey Herodes propuso en su corazón matar al niño. Pero Dios, en su deseo de protegerlo, mandó a un ángel para que le dijera a José que huyera junto a su familia para evitar la furia del rey. Luego de escuchar la advertencia del ángel, José "se levantó cuando todavía era de noche, tomó al niño y a su madre, y partió hacia Egipto" (2:14, NVI).
Actualmente miles de hombres, mujeres, jóvenes y niños están inmigrando a este país. Se ven obligados a dejar sus países en busca de un futuro mejor. Así como Jesús y su familia tuvieron que huir a Egipto, estas personas vienen a los Estados Unidos huyendo de los "Herodes" que los oprimen en muchos de nuestros países hispano americanos.
La falta de trabajo y de servicios de salud y educación, así como la pobreza, la corrupción gubernamental, la desigualdad social y las economías debilitadas son algunas de las razones poderosas que mueven a las personas a aventurarse en un peregrinaje sumamente peligroso, para tratar de cruzar la frontera en busca de mejores empleos que les permitan ofrecerle una mejor calidad de vida a sus seres queridos.
Los eventos que Mateo nos describe nos llevan a reflexionar en el hecho de que, en un sentido literal, Jesucristo comenzó su vida como un refugiado y extranjero en otro país. En su calidad de inmigrante, Jesús vivió en carne propia, junto a su familia, la cruda realidad de tener que dejar su país y trasladarse a tierra extraña en busca de seguridad y bienestar.
Emanuel, Dios con nosotros
Cuando contemplamos este aspecto de la vida de Jesús, entonces su nombre toma un significado más amplio y sumamente esperanzador para los inmigrantes.
En medio del ambiente de odio y persecución que actualmente predomina, en los Estados Unidos, en contra de la comunidad inmigrante, es sumamente alentador saber que todavía hoy, Jesús, el inmigrante, está caminando junto a todas las personas que son peregrinas y extranjeras en este país. Más reconfortante aun es saber que Jesucristo, no sólo conoce y comprende nuestros sufrimientos como inmigrantes, sino que también sufre con y por nosotros.
La presencia de Dios y la certeza de su amor y solidaridad, según se encarnan en nuestras vidas a través de Jesucristo, nos fortalecen y devuelven la esperanza de que se avecina un día mejor para nuestro pueblo. En ese día nuestra gente ya no será más "invisible" ni considerada "ilegal". Habrá leyes migratorias justas que tratarán con dignidad a todas las personas y que promoverán la unidad de la familia. La seguridad de saber que Emanuel está caminando a nuestro lado es lo que nos permite trabajar con denuedo para construir comunidades donde la discriminación, el racismo y el clasismo no sean tolerados en ninguna de las esferas de gobierno, sociedad e iglesia.
En esta Navidad, celebremos con alegría que, en su amor, Dios siempre cumplirá su promesa de estar a nuestro lado, aun en los momentos más difíciles. Nunca olvidemos que el Dios que protegió a la familia de Jesús en su peregrinaje como inmigrantes, es el mismo que hoy está a nuestro lado cuidándonos: en el desierto, en el trabajo, en la tienda y en nuestros hogares. Permitamos que la presencia del Espíritu Santo en nuestros corazones sea la fuerza que nos ayude a seguir adelante luchando por alcanzar el bienestar y la plenitud que nuestro Creador anhela para todas las personas.
No tengan miedo, yo estoy con ustedes
Cuando el desánimo, la frustración o la nostalgia nos roben la alegría y el deseo de seguir adelante, levantemos nuestra mirada al cielo y busquemos ser iluminados con el consuelo, la sanidad y la fortaleza que Jesucristo nos da. Recordemos que la luz de esperanza, que emanó del humilde pesebre de Belén, todavía continúa brillando en nuestro favor para darnos verdadera libertad, salvación y esperanza.
Con voz amorosa, hoy Jesús nos continúa animándonos con las mismas palabras que el ángel pronunció a María y a José. Nos dice: "no tengan miedo".
A las iglesias, que proclaman a Jesús el inmigrante; las iglesias que sirven con amor a los inmigrantes que llegan a nuestras comunidades, son ellas las que reciben las palabras de Jesús "no tengan miedo", como un llamado a continuar levantando su voz profética en contra la discriminación, el racismo y las leyes injustas que oprimen a nuestro pueblo.
Jesús vivió en carne propia, junto a su familia, la cruda realidad de tener que dejar su país y trasladarse a tierra extraña en busca de seguridad y bienestar.
Seamos personas hospitalarias con los inmigrantes que se acercan a nuestras comunidades de fe. Continuemos desarrollando iniciativas que promuevan un bienestar físico, emocional y espiritual de todas las personas. Capacitemos y movilicemos a nuestra gente para que juntos continuemos colaborando para que el Reino de Dios sea una hermosa realidad en este tiempo. Y sobre todas las cosas, procuremos proclamar diligentemente las buenas nuevas de fe, esperanza y salvación en Cristo Jesús a toda criatura, para que todos puedan reclamar esta promesa y esperanza para sus vidas, ahora y hasta la eternidad.
Durante este tiempo de Adviento y Navidad, regocijémonos en la esperanza que el ángel trajo a los pastores: "miren que les traigo buenas noticias que serán motivo de mucha alegría para todo el pueblo. Hoy les ha nacido en la ciudad de David un Salvador, que es Cristo el Señor" (Lucas 2:10-11, NVI).
--Rdo. Héctor A. Burgos Núñez es fundador, junto a su esposa Jazelis Adorno, del ministerio hispano Casa de Esperanza en el pueblo de Tuckerton, NJ, y actual presidente de la Junta de Directores del Centro de Servicios a Inmigrantes, EIRENE, que sirve a la comunidad inmigrante en New Jersey.www.eireneusa.org
el Intérprete, noviembre-diciembre, 2008