Visitar a creyentes y vecinos confinados en sus hogares no será un pasatiempo popular para la mayoría de los niños, pero Julia Eskridge, de siete años, lo ha venido haciendo desde que tenía dos años. Sigue los pasos de su mamá y su abuelita.
“Me gusta verlos, saludarlos y conversar. Me encanta hacer amistades”, dice esta estudiante de primer grado que asiste a la Iglesia Metodista Jeffersontown, Louisville, Kentucky.
Nos cuenta que es fácil conversar a pesar de la diferencia generacional. Por ejemplo, tiene una amistad especial con Mildred Breckenridge, de 86 años. “Me encanta visitarla; es agradable hablar con ella. Nos preguntamos cómo fue el día”, dice Julia. “Me gusta contarle buenas historias de mi día en la escuela”. Mildred vive cerca de su escuela, así que Julia puede pasar a verla, conversar y jugar con los gatos, Sweetie y Mercury.
“Siempre me alegra ver a Julia. Es bueno tener a alguien tan joven para conversar”, dice Mildred. “Hubo una especie de sonrisa inmediata entre nosotras. Me complace que me envíe tarjetas y notitas muy dulces… escribe muy bien para su edad”.
“Una pequeña de su edad que es tan considerada va a ser una persona muy especial no importa lo que decida hacer con su vida”, comparte. “Es como una pequeña esponja. Muy receptiva”.
Mildred recuerda que cuando era niña, también hizo amistad con una vecina anciana. “Encontré que era una dama muy interesante; jamás lo olvidaré. Nos sentábamos en el columpio para conversar. Creo que Julia y yo hemos hecho lo mismo. Si usted le da una oportunidad a un pequeño, uno nunca sabe cómo florecerá”.
Kay Eskridge, madre de Julia, creció visitando a los miembros confinados en los hogares que eran parte de la Primera Iglesia Metodista de Bedford, Indiana. Hacía las visitas con su madre, Elizabeth Collins.
Cuando los miembros de la iglesia quedan confinados en sus hogares, echan de menos la camaradería con sus amistades. El visitarlos en sus hogares a nombre de la iglesia ayuda a mantener conexiones significativas.
“Había ciertos ancianos que visitábamos que llegaron a ser buenos amigos. Lo mejor era si se trataba de alguien que ya conocíamos de la iglesia que tal vez había sido maestra de escuela dominical, pero que ahora no podía salir de casa”, dice Kay. “Uno los amaba y ahora podía hacer algo por ellos. Mis hermanas también son muy buenas para visitar… Hay gente que ahora están confinadas que eran parte de mi iglesia que cada una ha conocido y que visitamos cuando regresamos a la casa donde vivíamos o tenemos largas llamadas por teléfono en forma regular. Lo hacemos porque mamá creó ese hábito en nosotras. La iglesia de mi familia en Bedford fue y todavía es una parte importante de nuestra vida, y trato de comunicárselo a Julia”.
Elizabeth fue maestra, así que la visitaban en el verano cuando no trabajaba. “Mucha gente se olvida de las personas que no ven a menudo, y le molesta”, dice Kay.
“Visitaba con Kay desde muy pequeña”, dice Elizabeth. “Sabía que a la gente le gustaba verla y era un gozo… Creo que Julia ha heredado esa actitud básica de ser amable y agradable con la gente.
Elizabeth cree que es importante gastar tiempo personal para dar de uno mismo a la gente. “Hay gente sola en este mundo sin importar si tienen hijos o cónyuge”, agrega. “Uno se acerca a ellos para decirles ‘Dios te ama’ y quiero que sepas que eso me hace preocuparme de ti”.
Hoy Kay dirige el ministerio de cuidado pastoral de su iglesia en Kentucky, lo que incluye el ministerio con los confinados. Julia, que ha estado en el huerto desde que tenía seis años, juega un papel importante como “la niña del huerto”. En el verano, lleva flores y verduras del huerto a las personas que visita con su mamá. La idea se les ocurrió cuando una persona comentó que su limitado ingreso no le permitía comprar verduras.
“Plantamos muchos tomates y tomates pequeños… Me gustan los pequeños de color amarillo”, dice Julia, marcando su tamaño con sus dedos. “Cultivamos guisantes dulces… son un poco pequeños porque no los cultivamos tan bien, pero también tenemos judías, pepinos y mucho más. Este año planeamos plantar edelweiss, calabazas y un montón de plantas. Por lo general, cultivamos rosas rojas y amarillas. Nos gustó hacer té de rosa mosqueta. Creo que lo hicimos solo un años”.
“Cuando uno les da un tomate, se acuerdan de cuando eran pequeños y cultivaban tomates”, añade Kay. “Es un viaje hacia el pasado”.
“Creo que es importante que la iglesia visite a la gente confinada y que seamos parte de sus vidas”, nos dice. “Los niños pueden aprender mucho de las diferentes generaciones al escuchar sus historias. Uno quiere ser un testigo y creer que estas personas te necesitan y que están solas. Incluso una llamada telefónica puede ser algo muy significativo”. Julia concuerda: “Es importante visitar a los ancianos para que sepan que tienen una amiga. Es lo que Jesús habría hecho”.
Diane Degnan es una profesional en relaciones públicas independiente con base en Nashville, Tenn. Contáctese escribiendo a Laura Buchanan de Comunicaciones Metodistas Unidas.