La mayoría de nosotros lo hemos hecho: Hemos adoptado el papel de anfitrión en fiestas que usamos para tener lástima de nosotros mismos. En lugar de cortar el bizcocho, soplar las velas y compartir regalos, la actividad principal de una “fiesta de conmiseración” es la comparación. En nuestras fiestas de conmiseración nos gusta fijarnos en lo que no funciona en nuestras vidas, en comparación con lo bien que va en la vida de los demás. Notamos cómo todos solventan más gastos, tienen más oportunidades, mejor salud, piel más suave y mejores tweets.
La fiesta de conmiseración no es un lugar divertido, pero a muchos nos gusta quedarnos allí, a pesar de que sabemos que no es el lugar más sano o de mayores recompensas. Habiendo entrado a la fiesta de conmiseración, nos sentimos atrapados. La puerta de entrada a esta fiesta es amplia y atrayente. Pero la puerta de salida es tan esquiva como tratar de ponerle la cola en el burro con los ojos vendados. A continuación algunos consejos para salir de la fiesta de conmiseración.
Cómo abandonar la fiesta
1) Reconocer mi responsabilidad
Empiezo con un poco de amor severo. Es cierto que la mala suerte existe. Ha habido muchas veces en las que terminé en situaciones dolorosas sin que yo tuviese nada que ver. Alguien chocó mi automóvil, me enfermé, mi empleador se fue a la banca rota.
Pero también tengo que reconocer que yo he sido responsable de haber creado muchas circunstancias negativas que uso para lamentarme en mi fiesta de conmiseración. Gasté más de lo que tenía, no le hice caso al médico porque me sentía Superman, procrastiné en un proyecto que ahora me tiene estresado. Reconocer que yo he sido la causa de algunas de mis situaciones negativas me entrega la oportunidad de cambiarlas. Me permite mirar atrás para imaginar cómo salir de la situación, así como prevenir que ocurran otra vez en el futuro.
Por ejemplo, cuando reconozco que mi estrés al tratar de terminar un trabajo surge de que procrastiné, también puedo reconocer que tengo la capacidad de hacer algo al respecto. Puedo aminorar el estrés poniendo manos a la obra hoy mismo. Hay varios pasos que puedo dar para mejorar la situación… y también hay pasos que puedo dar (o no dar) para empeorar la situación. La puerta de salida a la fiesta de conmiseración se amplía para mejorar mi situación.
2) Celebrar el éxito de otros
He encontrado que tengo la tendencia natural de celebrar los fracasos de los demás, especialmente cuando sus fracasos son como los míos. Estoy muy dispuesto a invitar a otros a mis fiestas de conmiseración. El reconocer los fracasos de otros hace que mis fracasos sean más aceptables. Pero esto no es saludable.
El fracaso puede convertirse en algo positivo, pero sólo como trampolín para aprender de camino al éxito. El celebrar los fracasos de otras personas impedirá que aprenda de mi fracaso. Lo que busco es que sea aceptable, y hasta inevitable, como si hubiese sido el único resultado posible debido a las circunstancias.
Pero celebrar los triunfos de otras personas nos lleva a una nueva forma de compartir. En lugar de invitar a otros a compartir en mis fracasos, mi autocompasión y sentimientos de incompetencia, participo en sus circunstancias más positivas. Celebrar éxitos anima a la comunidad. Además, podría aprender qué fue lo que otras personas han hecho diferente que yo para llegar al triunfo. La celebración de éxitos, incluso los de los demás, me reorienta para dejar la fiesta de conmiseración a fin de participar en una verdadera fiesta.
3) Recordar quién soy
La circunstancias que me han llevado a la fiesta de conmiseración no son las circunstancias que definen quien soy yo. Tú y yo somos mucho más.
Numerosos estudios sugieren que la religión beneficia la salud mental. Un probable colaborador que ayuda a producir este resultado es que la religión con frecuencia recuerda a los que la practican el valor que tienen como personas. Como cristiano, creo que soy amado, que incluso soy digno de que alguien muera por mí. De modo que, cuando quiero revolcarme en mi propia fiesta de conmiseración, tengo a mano una clara salida si reconozco quién soy verdaderamente. A continuación, algunos versículos que hablan del valor que tengo en la vida:
Tú creaste mis entrañas; me formaste en el vientre de mi madre. ¡Te alabo porque soy una creación admirable! ¡Tus obras son maravillosas, y esto lo sé muy bien! (Salmo 139:13-14 NVI)
Como alguien ha atestiguado en algún lugar: ¿Qué es el hombre, para que en él pienses? ¿Qué es el ser humano, para que lo tomes en cuenta? Lo hiciste un poco menor que los ángeles, y lo coronaste de gloria y de honra. (Hebreos 2:6-7 NVI)
Pero el señor le dijo a Samuel: — No te dejes impresionar por su apariencia ni por su estatura, pues yo lo he rechazado. La gente se fija en las apariencias, pero yo me fijo en el corazón. (1 Samuel 16:7 NVI)
Como bien saben, ustedes fueron rescatados de la vida absurda que heredaron de sus antepasados. El precio de su rescate no se pagó con cosas perecederas, como el oro o la plata, sino con la preciosa sangre de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin defecto. (1 Pedro 1:18-19 NVI)
Mi favorito...¿No se venden cinco gorriones por dos moneditas? Sin embargo, Dios no se olvida de ninguno de ellos. Así mismo sucede con ustedes: aun los cabellos de su cabeza están contados. No tengan miedo; ustedes valen más que muchos gorriones. (Lucas 12:6-7 NVI)
El más grande: Porque tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna. Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para salvarlo por medio de él. (Juan 3:16-17 NVI)
Porque somos hechura de Dios, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios dispuso de antemano a fin de que las pongamos en práctica. (Efesios 2:10 NVI)
Ustedes, queridos hijos, son de Dios y han vencido a esos falsos profetas, porque el que está en ustedes es más poderoso que el que está en el mundo. (1 Juan 4:4 NVI)
4) Cuéntaselo a alguien
Habrá momentos en que no tendrás las fuerzas de abandonar tu fiesta de conmiseración. No hay nada malo en pedir ayuda para encontrar la puerta de salida. Tengo amigos a quiénes puedo describir mi situación, pero también hay momentos en que tengo que confiar en alguien con experiencia clínica que me pueda proveer de consejos más prácticos para manejar mis sentimientos. Consejeros y terapeutas pueden encontrarse aquí.
Ryan Dunn es diácono ordenado de la Iglesia Metodista Unida y ministro de Online Engagement for Rethink Church con base en Nashville, Tenn. Visite rdunn at umcom.org
[Publicado 4 de agosto 2018]