Durante la temporada de Pascua, muchos metodistas unidos cantan: Every day to us is Easter, with its resurrection song (= Para nosotros todos los días son Pascua con su canción de resurrección). Con estas palabras empieza la última estrofa del himno Easter People Raise Your Voices (United Methodist Hymnal #304), y fueron escritas por el pastor metodista unido William M. James. El himno nos recuerda que celebramos una renovación cada día.
Liberados de la opresión
En 1940, cuando Lituania, Letonia y Estonia pasaron a ser parte de la Unión Soviética, había 46 congregaciones metodistas en la región. No llegaron a ser metodistas unidos hasta el año 1968. Cuando Estonia logró su independencia en 1991, sólo había 17 congregaciones. Pero Dios estaba empezando un avivamiento.
“Acepté a Jesucristo en mi corazón en 1991”, dice el Rev. Sergei Sutskov. “Era un tiempo de gran avivamiento espiritual en Estonia. Fue en ese tiempo que Estonia se separó de la Unión Soviética”.
Tres años después, Sutskov se mudó a la cercana Kohtla-Järve para empezar la Iglesia Metodista Galvary.
Sutskov fue parte de la primera clase de graduados del Seminario Teológico Metodista Báltico fundado por la Iglesia Metodista Unida. Hoy continúa como pastor de una creciente congregación que llega a la gente de Kohtla-Järve.
A los comienzos de la Iglesia Metodista Unida Galvary, su desafío más grande era “la carencia de un edificio propio para su comunidad”, dice Sutskov. En 2007, la congregación se mudó a un lugar con espacio suficiente para adorar, tener escuela dominical y otras actividades.
Reflexionando en su marcha de fe y la iglesia que sirve, Sutskov dice: “Dios responde a la gente que tiene hambre espiritual”. Cada día es una Pascua.
Saliendo de las cenizas
La Iglesia Metodista Unida Living Waters, en Centerton, Arkansas, estaba tan solo empezando cuando un incendio destruyó su edificio, en 2011.
“El incendio y la pérdida del edificio parecían como parte de una larga serie de reveses y obstáculos que tuvimos que vencer”, dice el Rev. Blake Lasater, que pastoreaba la congregación. “Ocurrió en un tiempo en que parecía que perdía todo lo que me era cercano”.
La esposa de Lasater sufría de cáncer pancreático y falleció cuatro meses después del incendio.
“Se nos llama a poner nuestra absoluta confianza en Dios, incluso cuando no podemos ver el camino a seguir”, explica Lasater. “Eso es lo que hice al final. No fue fácil”.
Después de dos años de luchas, se inauguró el nuevo edificio en 2013. Había un sentimiento de renovación. “El fuego convirtió a la gente en una comunidad de fe”, dice Lasater.
“Aprendí que la pérdida puede ser completamente abrumadora, dejándolo a uno sin esperanza. Es en esos momentos que se nos llama a confiar más en Dios”, reflexiona Lasater. “Cuando no podemos ver el camino a seguir, cuando es imposible imaginar que el sol volverá a salir, Dios todavía trabaja”, en Luisiana, Estonia y Arkansas.
El sol saldrá otra vez. Cada día puede ser Pascua.
Fuera de las inundaciones
En agosto de 2005, las inundaciones del huracán Katrina desplazaron a cientos de miles de personas en Louisina, Mississippi y Alabama. Uno de los afectados fue el Rev. Darryl Tate.
“Las inundaciones destruyeron nuestra iglesia y nuestro hogar”, dice Tate. En el punto más alto de la inundación hubo entre 10 y 12 pies de agua dentro de la Iglesia Metodista Unida St. Luke, en New Orleans, Louisiana.
“Perdí mis bienes pero no dejé que la tormenta me definiera”, dice. “Sabía que vencería”.
El obispo William W. Hutchinson pronto le pidió a Tate que organizara el ministerio de ayuda contra el desastre de la Iglesia Metodista Unida de Louisiana. Tate sirvió como director del Centro de Recuperación de Tormentas de la Conferencia de Louisiana hasta el 2012.
Tate recuerda una petición especial que hizo un hombre cuya casa iba a ser reconstruida por el Centro de Recuperación. El hombre dijo: “Sólo quiero una casa de 1,000 pies cuadrados”.
El administrador del caso le aseguró que, aunque las normas no permitirían que se edificaran algo más grande de lo que tuvo antes de la tormenta, le podía construir una casa de tres dormitorios y dos baños.
“No”, respondió el hombre. “Sólo quiero una casa de 1,000 pies cuadrados. Vivo solo. Ya no necesito una casa más grande. Dénsela a otra persona”.
Una pareja de ancianos de una granja para caballos de Pecan Island se vio obligada a vivir en un remolque para caballos cuando la inundación destruyó su hogar. Después de reconstruir la casa, el Centro de Recuperación organizó un servicio para bendecir el hogar. Fue allí cuando la esposa con entusiasmo le mostró a Tate su nuevo refrigerador.
“Puedo colocar mi vaso en la puerta del refrigerador y obtener agua y hielo. ¿No es increíble? Soy muy afortunada”.
Una nueva casa, un nuevo refrigerador. Después de la tormenta vino una bendición. Cada día es una Pascua.
Somos gente de Pascua
Como gente de la Pascua de Resurrección, sabemos que incluso en las tragedias de la vida, Dios trabaja para producir renovación. Experimentamos algunas de estas renovaciones: renovación nacional, nuevos edificios para la iglesia, nuevas casas. Cuando perdemos un ser amado, esperamos celebrar con ellos en el reino venidero.
Tate nos comparte una historia más de Centro de Recuperación de Louisiana.
Después de una mañana de apalear lodo y remover tejas y escombros dañados por la tormenta, una vigilante del vecindario se acercó al grupo de voluntarios. Estaba preocupada de que desconocidos hurgaran en la casa de su vecino. Después de mostrarle los papeles que los autorizaban para estar allí, Tate le explicó: “Estos son obispos de la Iglesia Metodista Unida”.
La vecina se sorprendió. “¿Obispos?” respondió.
Más adelante en ese día vino a almorzar con estos voluntarios especiales. Tate recuerda: “Quedó tan asombrada por el espíritu de servicio de nuestros obispos”.
Como cristianos, experimentamos la resurrección cada día. Se nos llama a compartirla en la adoración y en el trabajo. Cada día puede ser una Pascua, todo el año.
Joe Iovino trabaja para UMC.org en Comunicaciones Metodistas Unidas. Contáctese por email.