¿Por qué tu fe es importante para los demás?
He tratado de articular por qué mi fe es importante para otras personas sin lograr ningún resultado. Quizá tenga que ver con cómo me forzaron a hacer que mi fe fuese importante para otra persona durante mi adolescencia.
¿Se ha ido usted alguna vez a un “viaje de pesca”? No hablo de pescar peces de verdad, la pesca que es entretenida, sino que me refiero a tener que salir a “pescar” gente usando folletos y clichés cristianos a medias, hablándoles también del miedo al castigo eterno. Me refiero a esos viajes en que el pastor de jóvenes te dejó a ti y a tus amigos en un centro comercial con instrucciones de “ir a salvar almas hoy”. Como adolescente de 13 años no tenías deseo ni idea de cómo entablar una conversación con gente tres veces tu edad. Así que, simplemente te sentaste en la fuente de agua mirando pasar a la gente, sintiendo vergüenza de que no amabas a Dios lo suficiente y sintiéndote culpable porque tendrías que mentirle al pastor de jóvenes diciéndole que hablaste con alguien.
Por favor, no me digan que esto sólo me ocurrió a mí.
Un nuevo tipo de predicación
Hace algunas navidades, la gente habló mucho de unos cristianos que fueron al centro comercial para “predicar” a las familias y niños que esperaban en la fila para tomarse una foto con Santa Claus. Les predicaron que Santa no existe y que más bien deberían ir a la iglesia para adorar a Jesús. La gente respondía, vamos, dejemos que los niños tengan sus momentos mágicos con Santa.
Además, algunos cristianos pierden la cabeza comentando mis videos que hablan de ser inclusivos en los medios sociales. Hacemos todo lo posible para forzar que nuestra fe sea importante para los demás, y no nos detenemos hasta que la fe de ellos sea como la nuestra.
En el peor de los casos, nuestra religión actúa a partir del miedo.
Cuando operamos motivados por el miedo, nuestra “arma” preferida es el miedo. Usamos el miedo para controlar a la gente. Después perpetuamos el temor para que la gente siga bajo nuestro control.
Escuchemos la narración que usan ciertos cristianos. Todo está basado en el miedo. Vemos a la gente como “esos otros” para deshumanizarlos. Después hablamos a esos “otros” como razón para temer si no nos “arrepentimos”. En lugar de lidiar con la idea de que el perfecto amor echa fuera el temor, usamos el temor para eliminar el amor y reemplazarlo con una obediencia ciega.
¿Por qué le importaría eso a alguien?
Mientras que cantamos “conocerán que somos cristianos por nuestro amor”, la verdad es que nos conocen más por lo que odiamos que lo que amamos. “No hay odio como el amor cristiano” es un dicho común entre la gente que no es parte de la iglesia.
Pareciera que a la gente poco le importa este tipo de fe. Pero mi fe es importante para mí.
La fe que importa
Hace tiempo que abandoné la idea de evangelizar usando llamados a la conversión desde el púlpito. Más bien, quiero ser una bendición para la gente con la que me encuentro. ¿Qué quiero decir por bendición? Sólo quiero ayudar a que alguien respire con más comodidad, aunque sea por un momento. Cuando me encuentro con gente, quiero dejarlos con el sentimiento de que son amados, aunque sea por un momento fugaz.
Richard Rohr escribió que “la libertad secular es tener que hacer lo que uno quiere. La libertad religiosa es querer hacer lo que uno tiene que hacer”. Quiero involucrarme en actos de justicia, amor, misericordia y caminar humildemente ante mi Dios.
No puedo ni quiero controlar a la gente para que crean en Dios. Más bien, quiero vivir de tal forma que la gente no pueda negar el bien que mi iglesia y yo estamos haciendo guiados por nuestra libertad en Dios. En ese sentido, supongo que mi fe le importa a otros mientras trabajamos juntos para hacer nuestras comunidades más íntegras y mejores para todos, no sólo para aquellos que gozan del estatus quo.
La fe importa cuando encarna la famosa cita de San Francisco: Prediquemos el evangelio, usando palabras si fuera necesario. Vivamos de tal forma que aunque la gente niegue la existencia de Dios, no puedan negar las obras de amor que los cristianos realizan.
Joseph Yoo es autor de When the Saints Go Flying in. Se mudó de la costa oeste para vivir feliz en Houston, Texas, con su esposa e hijo. Sirve en Mosaic Church, Houston.