La esencia del mal radica en creer que nosotros tenemos más valor que cualquier otra persona.
Esta es la fuerza que nos convence que somos más importantes que nuestro prójimo, y más importantes que Dios. Esta es la fuerza que nos empuja a creer que nuestros propios deseos triunfan sobre el amor, la paz y la justicia. Esta es la fuerza que nos dice que nuestro valor es negociable, y que la protección y defensa de este valor sólo depende de nosotros.
Es el mal lo que impele a los inseguros: “Tu seguridad vendrá con la dominación”.
Es el mal lo que fastidia al débil: “Lo mejor que puedes hacer a tu favor es amenazar a otro”.
Es el mal el que murmura al oído del perdido: “La única forma de arreglar esto es muriendo”.
Esto es lo que hemos presenciado con alarmante severidad durante los últimos meses.
La atrocidad de Charlottesville, la matanza que ocurrió en una iglesia de Antioch, TN, y la masacre del tiroteo de Las Vegas nos deja preguntándonos “¿por qué?” sin que podamos responder.
No existe una respuesta definitiva al “¿por qué?” de la supremacía blanca, el racismo y de balas literalmente lloviendo sobre tantos inocentes.
No existe respuesta suficiente para el “¿Hasta cuándo, oh Señor?”, mientras vemos la diaria manifestación del mal, en todas sus formas, amenazando la seguridad de los inocentes.
La artista y activista Judy Baca dijo: “La tierra misma está literalmente protestando los males que le hemos hecho”. Las montañas se desmoronan, los océanos se arremolinan, y los vientos destruyen. Hasta las rocas claman en protesta por las formas en que la humanidad actúa como si fuéramos más importantes que todo lo demás, que la tierra, nuestros vecinos, las generaciones venideras, el Dios Todopoderoso.
La naturaleza del mal nos empuja hacia la muerte. El mal busca alejarnos de la luz y la verdad. El mal atrapa a la gente y los arrastra hacia el envolvente abismo de la calamidad. El mal es poderoso, convincente y muchas veces irrefutable.
Si se nos promete que Jesús es el camino, la verdad y la vida, entonces el mal es exactamente lo opuesto. El mal es literalmente el Anticristo.
El mal es el camino equivocado, el mentiroso amargado y la manifestación de la muerte.
Al enfrentar el surgimiento del mal, me doy cuenta de que mi propio cinismo es en sí una forma del poder del mal dominándome. Escucho a la gente decir “Dios está con los quebrantados”, y siento una rabia que me come las entrañas mientras pongo en duda dichas palabras. Mi propio cinismo hace que no sienta nada cuando la gente ora o cita la Biblia. Estas oraciones pueden ser sinceras –quién soy yo para negarlo– pero me indigna los sentimientos carentes de verdad profunda. Este es el mal que en mí se manifiesta. Esto me lleva a pedir perdón y a confesar cuán malo es.
¿Qué vamos a hacer entonces? ¿Cómo respondemos al mal?
? Oh, cuánto me gustaría hallar una respuesta fácil para esto. Como ministra cristiana, afirmo que creemos en algo poderoso respecto al bautismo. Cuando una pareja de la Iglesia Metodista Unida presenta a su bebé para el bautismo, los pastores le hacen una pregunta absurda:
“A NOMBRE DE TODA LA IGLESIA,,
RENUNCIAN USTEDES A LAS FUERZAS ESPIRITUALES DE IMPIEDAD,
RECHAZAN LOS PODERES MALIGNOS DE ESTE MUNDO,
Y SE ARREPIENTEN DE SUS PECADOS?”
Todas las parejas que he visto responden “Sí, lo hacemos”.
No hay ninguna respuesta mejor, dado que le acabo de decir a la pareja que, a fin de proceder con el maravilloso sacramento del bautismo que nos ofrece encontrarnos con la gracia de Dios, necesitamos saber que la pareja renuncia con valentía a las fuerzas de impiedad y maldad presentes en el mundo y sus propias vidas.
El bautismo es un acto radical.
El bautismo no es tan solo una placentera sesión de fotos con toda la familia extendida alrededor de un bebé llorando y confundido.
¡Esto es importantísimo!
Yo sé que la expresión “recuerda tu bautismo” no se siente inicialmente como una respuesta suficiente a las masacres, desastres naturales o el resurgimiento de la supremacía blanca.
Pero ¿y qué si es realmente una respuesta?
¿Qué si al recordar nuestro bautismo, recordamos que nosotros mismos poseemos el poder de rechazar el mal en este mundo, en todas sus formas en las que ocurra? ¿Qué si al recordar nuestro bautismo, recordamos que tenemos el poder para combatir toda y cada manifestación de impiedad?
Pensemos en lo que podemos hacer, si recordamos nuestro bautismo y el día en que se hicieron estas promesas a nombre nuestro.
Significa que Dios nos ha dado el poder, dignidad y habilidad para levantarnos a favor del bien, para servir como buenos administradores de la creación, para amar a nuestro prójimo.
Amigas y amigos, podemos orar, y vamos a orar, y estamos orando. Dios Todopoderoso, ten misericordia de nosotros. Pero ya no podemos esperar más para HACER algo.
Por tanto, recuerda tu bautismo, vuelve a la belleza y gracia del aquel momento, a las buenas intenciones que Dios tiene para el devenir de tu vida, y trabaja a partir de este hecho. Ora hasta que logres obtener una idea de cuál debería ser el siguiente paso que debes dar como persona capacitada para decirle a la muerte misma que no tiene poder.
Este no es el día para dejar que el mal tenga la victoria, y el mal vencerá si nos damos por vencidos. Esta es la razón de por qué Dios nos llama a ser la iglesia: porque podemos ser la luz que alumbra en la oscuridad, y la oscuridad no podrá jamás apagarla.
Rev. Mandy Sloan McDow es oriunda de Knoxville, TN. Hoy sirve en la Primera Iglesia Metodista de Los Ángeles en el centro de la ciudad. Mandy es cinturón negro taekwondo, le encanta la música y a menudo ve los juegos de béisbol con sus tres niños. Para más información sobre Mandy, visite Reverend Mama.