Diario de un trabajador de asistencia humanitaria

Lo que hice para finalizar mis vacaciones de verano:

Me fui a Houston…

una semana y media después del huracán.

Jamás olvidaré la basura. Había tanta basura. Houston ahora tiene vecindarios enteros de casas cuyo contenido está desparramado afuera en el césped. Es tan triste. Quién sabe cuándo recogerán todo ese desperdicio y a dónde lo llevarán.

Conocí a Ernestine, una agradable anciana que se negó a ser evacuada de su casa inundada en helicóptero. Más bien se subió al colchón inflable del vecino y así se salvó.

Conocí también a Chad y a su hijo de 13 años, Sam. Chad había leído un tweet de un pastor de Houston que pedía voluntarios para que ayudaran a limpiar las casas. Dos horas más tarde, Chad y Sam se subieron a su automóvil y se fueron a ayudar. Manejaron unas 20 horas desde Minnesota, parando para dormir solo dos horas.

Conocí a “Javier”, quien dispuso de la mitad de los paneles de yeso de la casa usando solo un cuchillo para sandía.

Saqué álbumes de fotos y animales de peluche mojados de una casa y los puse sobre un montón de basura al borde de la calle, mientras que los dueños estaban sentados en silencio en el pórtico mirando.

Pero algunos aspectos de la vida volvían a la normalidad en Houston. La hora pico mostró mucho tráfico, pero nadie tocaba la bocina. Mi grupo de trabajadores se fue a cenar una noche en un concurrido restaurante. Las camareras se tomaron el tiempo para hablarnos y preguntarnos sobre nuestras experiencias.

No todos se llevaban bien. Una propietaria estaba enojada de que recolectores tomaran las cosas que estaban en su césped, y regañó a uno que se quedó parado frente a su casa. Era la segunda vez que su casa había sido inundada en los últimos 16 meses. Dos veces perdió sus posesiones, y le preocupaba perder sus cosas en el futuro. Alguien saqueó su nueva lavadora hace unos días.

Durante el servicio de la iglesia, consejeros licenciados presentaron una especie de sermón semanal. Aconsejaron no dar por sentado que todo estaba bien. No todo estaba bien. La ciudad había sido traumatizada. Los consejeros recomendaron a la gente mostrar gracia hacia los demás y aceptar dicha gracia para sí mismos.

Hoy estoy en casa, lejos de Houston. Deseo recopilar algún tipo de lección de mis experiencias allí y de haber conocido a gente que fue afectada tan profundamente.

La gente tiene una tremenda capacidad para hacer el bien. Esto se hace evidente en los desastres. Nos ponemos más inspirados y mostramos gracia. Se siente más fácil ser paciente con la gente porque sabemos que están pasando por experiencias traumáticas. En Houston era obvio que la gente no estaba bien, porque… bueno… acababan de ver a un equipo de extraños arrojar su inundada y mohosa casa a la basura. La gente necesitaba que uno mostrara compasión.

Los desastres naturales nos dan un sentido de urgencia para hacer el bien. Los miembros de mi equipo de socorro expresaron ese sentimiento regularmente: “La gente necesita ayuda ahora mismo”.

Pero supongo que eso siempre es cierto. No importa dónde estemos. Esto nos avergüenza admitirlo porque no siempre sentimos la misma urgencia para hacer el bien. Pero esta es la verdad: siempre tenemos la urgencia de hacer el bien.

El movimiento metodista tenía un lema que se atribuye a Juan Wesley, su fundador:

Has todo el bien que puedas, por todos los medios que puedas, de todas las formas que puedas, en todos los lugares que puedas, en todos los momentos que puedas, mientras que puedas.

Creo que el mundo puede ser mejor de lo que es. Creo que la humanidad tiene un papel que jugar en hacer que el mundo sea mejor. Esto nos da un sentido de urgencia, ¿cierto? Nos llama a ser activos, no pasivos. No esperamos que el mundo sea mejor, nos ponemos a trabajar para lograrlo.

Es una vergüenza que tenga que venir un huracán para recordarnos de hacer “todo el bien que se pueda”. Esa es la dura lección que aprendí.

Las buenas nuevas es que la gente recuerda y está activamente haciendo el bien. Oro que este momento no pase. Pido que esta urgencia se esparza como un movimiento, no solo en Houston, o Florida o Puerto Rico… sino que a mi alrededor y a tu alrededor.

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Ryan Dunn, es ministro de involucramiento por la web de Rethink Church, un departamento de Comunicaciones Metodistas Unidas, Nashville, Tennessee. Ryan es padre, esposo y peregrino espiritual Contáctese por email.

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