El domingo, 31 de mayo de 2020, me encontraba sentado en mi oficina, dos horas atrasado y sin haber escrito mi sermón. Soy un predicador que escribo mi sermón, pero esa mañana particular no tenía nada escrito. De hecho, tampoco había podido dormir. Me pasé la noche antes del toque de queda protegiendo a mis vecinos, nuestros negocios locales y la propiedad de la iglesia para evitar que los Supremacistas Blancos quemaran o dañaran nuestro vecindario. Con mis vecinos y la ayuda de la escuela de música que se reúne en nuestro edificio, pude reunir voluntarios suficientes para formar un grupo de vigilantes del barrio.
Cómo ser antirracista
Primero, que crezca una piel más gruesa. En segundo lugar, cree a aquellos que han experimentado la injusticia.
Por siete noches seguidas, nos paramos en frente de nuestras puertas y ventanas informando acerca de gente y vehículos sospechosos que venían a nuestro vecindario cada noche. La amenaza era bien real y tuvimos algunos sustos y hasta períodos peligrosos. En momentos de mucho estrés y gran vigilancia, los vecinos de distintas líneas políticas se unieron para protegerse mutuamente.
En un momento en que aparentemente la policía nos había abandonado para que nos las arregláramos por nosotros mismos, descubrimos que juntos éramos más que suficientes. Con todo, no soy tan ingenuo como para creer que hemos completado la obra de justicia en nuestra comunidad –ni menos en el mundo–pero esa semana dimos un paso sólido en esa dirección. Ahora que lo más peligroso ha pasado y empezamos algo a largo plazo, el enfoque ha cambiado y se nos requiere otro tipo de compromiso.
Cómo ser antirracista
La gente blanca, cristiana o no, a menudo me pregunta qué pueden hacer mejor. No soy un experto pero me parece que hay dos cosas en particular que son necesarias para que la gente blanca participe en liberar a los oprimidos y el desmantelamiento del racismo.
Primero, aprenda a no ofenderse por todo. Los esfuerzos en contra del racismo no pueden detenerse cada vez que una persona blanca se siente incómoda o se siente herida. Para la gente negra esta es una lucha de vida o muerte, y no tenemos por qué mimar a los blanco mientras que literalmente luchamos por nuestras vidas. La gente que ha jurado protegernos nos mata todos los días. Usted no tiene derecho a pedirnos que seamos amables y corteses con usted. La mayoría de ustedes se pararon en silencio mientras que el mundo siguió hiriéndonos y muchos todavía guardan silencio.
El ser negro en América es vivir en un limbo, en un tipo de purgatorio. Incluso si usted quisiera participar en la lucha ahora, le exhorto a que lo haga con una dosis saludable de humildad. No somos un caso de caridad. Tenemos nuestros propios líderes. No necesitamos que usted dirija algo a menos que se lo pidamos. Antes de que usted pueda empezar el trabajo simple de ayudar, deberá darse un arrepentimiento verdadero y deberá dejar que se le llame a cuentas por las formas en que su silencio nos ha perjudicado. Si usted cree que no tiene nada por lo que pedir perdón, no necesitamos su ayuda.
En el mejor de los casos, la Iglesia Metodista Unida ha estado ausente en la lucha por la vida y la liberación de la gente negra. En muchos casos la iglesia misma ha sido agente de opresión. Las iglesias en todo el país habla de que quieren tener diversidad sin jamás levantar las preguntas difíciles y necesarias: ¿Por qué la gente negra querría asistir su iglesia? ¿Cómo les ayudaría? ¿Por qué los quieren allí?
He gastado gran parte de mi vida como adulto cristiano en espacios predominantemente blancos. En mi experiencia, se me quería más por mi rostro y el color de mi piel que por mi voz. Incluso mis mentores negros de más edad, en nuestra denominación, me advirtieron que es inevitable ser usado como una especie de simbólico solamente. Cuando mi voz negra, fuerte y sin reparos proclama la verdad como Dios la coloca en mi corazón, entonces de repente soy divisivo y rompo relaciones. Si la verdad me gana enemigos, entonces estoy orgulloso de estos enemigos. Nuestro Dios es el Dios de los oprimidos. Es un Dios que promete justicia. La fragilidad blanca es un estorbo para la justicia. El que usted se concentre en sus propias emociones y sentimientos no ayuda sino que nos distrae del trabajo a realizar.
Segundo, crea lo que dicen los que sufren injusticia. No es posible subrayar lo suficiente cuán importante es este punto. Parece que para se pueda creer a la gente negra se requiere un video como evidencia o una persona blanca como testigo. Algunas veces no se nos cree incluso en la presencia de un video.
Ninguna de las preocupaciones que han captado la atención de nuestra nación es nueva. Las injusticias y preocupaciones que sufren los negros vienen ocurriendo cientos de años. No tenemos nada que ganar mintiendo acerca de nuestras experiencias en este país. El pensar que la población negra como un todo está en una campaña coordinada de siglos para promover mentiras, no sólo desmoraliza sino que es una falta de respeto. Si el asesinato de George Floyd no hubiera sido captado en video, de seguro que no estaríamos aquí donde estamos en este momento nacional. La crueldad que tanta gente blanca vio por primera vez en esos ocho minutos y cuarenta y seis minutos es una atrocidad que nosotros hemos experimentado toda nuestra vida. Créannos cuando le contamos lo que nos pasa. Créannos cuando les decimos que hay mejores formas de proveer seguridad que a través de la policía. Créannos cuando les decimos que América ha sido injusta con nosotros y que la Iglesia Metodista Unida no ha hecho lo suficiente.
El racismo es el pecado original de América. El metodismo en todas sus formas ha estado dispuesto a beneficiarse de este pecado y sigue beneficiándose hoy. El hecho de que nuestras iglesias son predominantemente blancas no es una coincidencia inocente. Para poder servir la justicia tal como Dios nos ha llamado a hacerlo, debe darse una verdadera reconciliación y verdaderas reparaciones. Debe darse un entendimiento de que la participación de la iglesia en el racismo ha causado un daño que jamás podrá repararse por completo. Este es un puntaje que nunca se resolverá. Nada menos que un compromiso total a la justicia y equidad racial podrá ayudarnos a reparar el daño que se ha hecho. Ha llegado el momento de dar muerte a la apatía.
Únase en la exploración de cómo podemos ser más proactivos en el trabajo de la justicia racial.
El pastor Malachi es un pastor local licenciado en la Conferencia Anual de Minnesota, en la Iglesia Metodista Unida. Nació y creció en Bennettsville, Carolina del Sur, pero ahora reside en Minneapolis. Asistió a Francis Marion University y Candler School of Theology. Actualmente, es pastor de la Iglesia Metodista Unida North (4350 Fremont Ave N). Su pasión es la gente y la justicia. Además, es autor, poeta y artista de la palabra cuyo trabajo a menudo incluye temas que tocan la justicia y la salud mental.