Por Elizabeth González
Este grupo de adolescentes entregó a Dios lo mejor de sus vidas. Emplearon sus propios recursos y el resultado fue extraordinario.
La Primera Iglesia Metodista Unida de Union City, New Jersey, es una iglesia de habla hispana y muy diversa culturalmente, ya que en ella se reúnen personas de muchos países diferentes y creo que esa es la belleza más grande que tiene nuestro grupo.
El Rdo. Manuel Sardiñas es su pastor desde el año 2002 y yo, su esposa, me siento agradecida a Dios por la oportunidad de ser parte de un grupo tan variado y divertido. La congregación es bastante joven, la mayoría es de origen Católico Romano. Encontraron aquí un lugar donde albar a Dios.
Con el favor de Dios, cada año preparamos programas diversos para Navidad y Semana Santa. Estas actividades son ocasiones en que empleamos los dones artísticos de muchos de los miembros, así niños como adultos, que participan cantando, danzando, en las luces, la escenografía, y otras muchas actividades.
Sin embargo, durante varios años no habíamos podido realizar un programa de Escuela de Verano. Carecíamos del personal necesario para poner en práctica un proyecto de envergadura que abarcara un grupo numeroso de niños de la vecindad. La solución partió del grupo de adolescentes de nuestra comunidad de fe. El pastor les propuso que se prepararan para ser los maestros de la Escuela Bíblica de Verano, y aceptaron. Se compró material bilingüe de Cokesbury, y comenzaron a dominar las lecciones con anterioridad al periodo de vacaciones. También aprendieron todas las canciones del programa con la pianista de nuestra iglesia, que funcionó como maestra de música para la actividad.
Nuestra Escuela Bíblica de Verano fue todo un éxito. Yo dirigí el devocional de cada día, y la maestra de música enseñó las canciones. Lo extraordinario fue la participación de nuestros jóvenes, funcionando como maestros de las clases para los niños. Estaban tan motivados que pusieron toda su creatividad en acción y prepararon escenografías para dramatizaciones. Hicieron muy buenos trabajos manuales y llevaron la palabra de Dios a los niños que participaron en nuestra actividad. Al término del día, los jóvenes tenían una sesión de evaluación del programa y un momento de reflexión y oración.
Se invitó a las familias de la vecindad a que enviaran a sus niños. Diariamente, el programa concluía con almuerzo. La asistencia desbordo nuestras expectativas. Tuvimos 60 niños diariamente en nuestra iglesia. El domingo en que se realizó la clausura, tuvimos presentes a las familias de los niños que participaron. Los niños participaron con las camisetas que ellos mismos confeccionaron y el entusiasmo de nuestra congregación estaba al más alto nivel.
Este grupo de adolescentes entregó a Dios lo mejor de sus vidas. Emplearon sus propios recursos y el resultado fue extraordinario. Estoy convencida que el Señor tocó el corazón de cada uno de los niños. Después de concluida la Escuela Bíblica de Verano, dos de las adolescentes expresaron su deseo de ser maestras el próximo año. Yo recordaré esta oportunidad, porque aprendimos que siempre hay alguien dispuesto a tomar el lugar y seguir adelante haciendo la tarea que Dios nos ha encomendado: Predicar el Evangelio a tiempo y fuera de tiempo.
--Elizabeth González, Primera Iglesia Melodista Unida de Union City, New Jersey
el Intérprete, mayo-junio, 2009