Parte 1 de una serie de tres artículos sobre la formación de discípulos ayer y hoy (Parte 2 | Parte 3).
Como en otras áreas de la vida, formar parte de un grupo nos ayuda a crecer como discípulos de Jesucristo.
Muchos alcanzan sus metas de acondicionamiento físico por medio de la participación en un grupo de pérdida de peso o de ejercicio. Algunos escritores y artistas se unen a colectivos en los que regularmente hablan de sus respectivas obras. Otros se vuelven mejores madres y padres de familia al unirse a un grupo sobre crianza de los hijos.
Compartir con quienes celebran nuestras victorias, nos apoyan en los momentos difíciles y comparten consejos que han aprendido con el tiempo, aumenta nuestra posibilidad de mejorar.
El primer grupo wesleyano al que se llamó metodista se reunía en la Iglesia Christ en Oxford. Carlos Wesley era un alumno y su hermano Juan acababa de egresar. Foto: Joe Iovino, Comunicaciones Metodistas Unidas.
El lugar donde empezó todo
Los peregrinos acuden al lugar donde empezó todo, la universidad Christ Church en Oxford, el alma mater de Juan y Carlos Wesley.
Cuando Juan Wesley era estudiante en Christ Church (nadie lo llama Christ Church College), anhelaba tener un grupo con el cual compartir su crecimiento espiritual. Siendo un alumno, nunca encontró exactamente lo que buscaba.
Cuando su hermano Carlos llegó a Oxford para estudiar en Christ Church, Juan pudo haber albergado la esperanza de que estar en la misma ciudad les daría una oportunidad para apoyarse mutuamente en su discipulado. Su madre Susanna les había inculcado a sus hijos una rutina de responsabilidad espiritual desde una edad muy temprana.
Desafortunadamente, eso no funcionó del todo. Carlos cayó en una rutina similar a la de otros alumnos universitarios y puso en pausa su crecimiento espiritual.
Juan, que ahora estudiaba para ordenarse como sacerdote en la Iglesia de Inglaterra, fue seleccionado como becario en Lincoln College, una universidad más pequeña en Oxford. Como becario, Wesley tenía garantizado alojamiento, comidas, alumnos a quienes impartir clases y un sueldo anual de por vida, siempre y cuando permaneciera soltero.
Los peregrinos Wesley recorren a pie las cuadras que separan los dos planteles. Lincoln College se siente orgulloso de su asociación con este becario del siglo 18. Hay un busto de Juan Wesley en un muro exterior y una sala decorada al estilo del estudio de Wesley. Grabado en el vidrio a la entrada de la capilla se lee : “Juan Wesley, Becario, 1726-51.”
En la pared exterior de un edificio residencial en uno de los patios del Colegio Lincoln está un busto de Juan Wesley, quien fue becario allí. Foto: Joe Iovino, Comunicaciones Metodistas Unidas.
A solicitud de su padre, el Rdo. Samuel Wesley, rector (pastor principal) de la iglesia St. Andrew’s, en Epworth, Juan regresó a casa para fungir como pastor asociado en la congregación en la que fueron criados él y sus hermanos.
Un día, Juan recibió una carta de Carlos. “Desperté de mi letargo”, escribió su hermano menor sobre su renovado deseo de enfocarse en su crecimiento espiritual. También le pidió consejos para llevar un diario espiritual, una práctica que a Juan le resultaba útil.
Crecer juntos como discípulos
Poco después, Juan viajó a Oxford para visitar a su hermano. Unas semanas tras su regreso a Epworth, Lincoln College le pidió que retomara su residencia en el campus y reanudara su labor como becario.
Reunidos en Oxford, los hermanos se reunían periódicamente con William Morgan, amigo de Carlos, para orar, estudiar la Biblia y conversar. También recibían la comunión al menos una vez a la semana, lo que les valió el apodo de los “Sacramentarios.”
Poco a poco, más estudiantes de Oxford se unieron al grupo.
Morgan invitó a sus compañeros a acompañarlo a visitar la prisión Castle a las afueras de la ciudad. Tras su primera visita, Juan y Carlos prometieron regresar por lo menos una vez a la semana y visitar a los deudores y criminales allí encarcelados.
Tiempo después, Morgan sugirió al grupo que lo acompañaran en otros ministerios en los que participaba. Poco después, estos jóvenes de Oxford impartían lecciones a niños, visitaban a ancianos y cuidaban de los pobres como parte de sus actividades regulares.
Otros alumnos estaban al tanto de ellos, pero no entendían su fervor. Le dieron al grupo apodos burlones, como las Polillas Bíblicas, el Club Santo, los Supererogadores y Metodistas. Resuelto, el grupo siguió adelante con sus reuniones y ministerios.
Las puertas de la capilla en el Colegio Lincoln recuerdan la época en que Juan Wesley fue becario allí, de 1726 a 1751. Foto: Kathleen Barry, Comunicaciones Metodistas Unidas.
El Club Santo, como más se conoce a este grupo hoy en día, estaba adoptando un enfoque integral en su formación cristiana. Estudiaban la Biblia, oraban y adoraban juntos. También servían juntos, al tenderle la mano a la gente más necesitada en su comunidad.
En cierto sentido, el movimiento metodista fue una réplica de este grupo para ayudar a otros a crecer como líderes en el discipulado de la iglesia.
El enfoque en el amor, tanto a Dios como al prójimo, expresado en las acciones cotidianas fue un pilar de los inicios del metodismo, y lo sigue siendo a la fecha.
Conoce cómo el Club Santo creció hasta convertirse en el movimiento metodista en la Parte 2.
*Joe Iovino trabaja para UMC.org en Comunicaciones Metodistas Unidas. Puedes contactarlo por correo electrónico o en el 615-312-3733.
Este artículo se publicó originalmente el 20 de septiembre del 2016.